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viernes, 17 de enero de 2014

MUERE EL TENIENTE HIROO ONODA

         Hoy, la prensa de todo el mundo recoge el fallecimiento ayer, 16 de enero de 2014, a los 91 años de edad, de un gran soldado: el teniente japonés Hiroo Onoda.



       Nacido el 19 de marzo de 1922, en Kamekawa, Wakayama, fue destinado a las islas Filipinas, concretamente a la isla de Lubang, como oficial de inteligencia, en septiembre de 1944, con la misión de ejecutar tareas de reconocimiento, contrainformación, guerrilla y sabotaje contra las fuerzas invasoras norteamericanas. Sus órdenes, eran claras: cumplir con su deber, esperar al regreso de las fuerzas propias, y jamás rendirse ni tampoco suicidarse, durase lo que durase la misión encomendada.

       Junto con otros tres compañeros, el soldado Yuichi Akatsu, el cabo Soichi Shimada y el soldado Kinshichi Kozuka, mantuvo dichas órdenes aún después de la rendición del Japón. Fueron bastante activos, y su presencia era conocida. Yuichi se entregaría a los filipinos en 1949, enviando una nota a sus compañeros avisándoles que la rendición del Japón y la orden imperial de entrega de armas era cierta. Al igual que con los panfletos que veían, pensaron que eran tretas enemigas para hacerles desistir en su misión.



       En 1954, en un intercambio de disparos con una patrulla del ejército filipino que los buscaba, cayó abatido el cabo Shimada, continuando la lucha Onoda y Kozuka. Quemaron cosechas, sabotearon lo que pudieron, y no dudaban en enfrentarse, si no había remedio a civiles, policías y militares que les atacasen. Numerosas fueron las expediciones, algunas incluyendo a los hermanos de ambos, para lograr su entrega. Todas, incluyendo la de 1972 en la que participaban los hermanos de Onoda y su padre.

       Desde octubre de 1972, luchó en solitario, pues un encuentro fortuito con la policía filipina, mientras quemaban cosechas, derivó en enfrentamiento armado que acabó con la vida del soldado Kinshichi Kozuka, ya de 51 años de edad.

        Finalmente, serían los esfuerzos de un estudiante universitario japonés, Norio Suzuki, los que darían resultado. Lograría encontrarse con Onoda a principios de 1974, y ganarse su confianza. Pese a ello, el teniente seguía desconfiando, por lo que Norio, por indicación del propio Hiroo, volvió a Japón a buscar a su superior: el comandante Yoshima Tanigushi. Afortunadamente seguía con vida, y aceptó trasladarse a la isla de Lubang. Desde hacía 13 años, Onoda había sido dado por muerto, pero se rumoreaba que seguía vivo, y su historia al igual que otras parecidas, ya eran famosas en todo el Japón.

Norio Suzuki con el teniente Onada.

        La emotiva reunión tuvo lugar el 9 de marzo de 1974. El teniente Onoda acudió a ella con su fusil Arisaka, munición, granadas y su katana, sospechando de alguna emboscada. En una playa, le esperaba el mayor Tanigushi que portaba una carta del Emperador, en la que le ordenaba rendirse y entregar las armas. Tras oírla de labios de su superior, descargó su arma, la entregó, y se sentó a llorar en el suelo. Llevaba 29 años de lucha constante, y tocaban a su fin.



        La rendición oficial tuvo lugar al día siguiente, el 10 de marzo de 1974, en una base de radares de vigilancia aérea del ejército filipino situada en la misma isla. Asistió en persona Ferdinand Marcos, antiguo guerrillero, y presidente de Filipinas en aquellos años, a quien Onoda le entregó su katana. Le fue inmediatamente devuelta, junto con un perdón presidencial por las treinta muertes y el centenar largo de heridos que había ocasionado durante todos aquellos años de lucha en la selva. Curiosamente, conocía el tiempo de la misión, pues había llevado un detallado calendario por fases lunares que falló en sólo seis días con respecto a la fecha real.



       No se adaptó a la vida en su patria, y aunque recibió su paga atrasada de esos 29 años, no era una gran cantidad. Sin embargo logró un gran éxito editorial con sus memorias: “No surrender: my thirty-year war”, que podéis encontrar a la venta en internet todavía. Luego se trasladó al Brasil, donde regentó con gran éxito una granja. Posteriormente, fundaría en Japón la Onoda Shizen Joku, o escuela de naturaleza de Onoda, una especia de campamento educativo para jóvenes.



        Regresó a Lubang en 1996, donde pagó una escuela local de su bolsillo. Finalmente, el guerrero ya encontró la paz, ayer, 16 de Enero de 2014 en un hospital de Tokyo. Va desde aquí, mi humilde homenaje al bravo teniente Hiroo Onoda.

            (Una magnífica descripción de su odisea podéis encontrarla en este gran blog: www.sentadofrentealmundo.com/2009/10/el-teniente-hiroo-onoda.html).




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