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miércoles, 23 de enero de 2013

ADIOS A YVES DEBAY



El viernes, 18 de enero de 2013, por la mañana, nos despertamos con una triste noticia: el fallecimiento el día anterior, en la ciudad siria de Alepo del gran corresponsal de guerra franco - belga, Yves Debay.
Combates en Alepo.

Se va uno de los grandes, con una vida digna de las mejores novelas de aventuras, y con un profundo conocimiento de los conflictos militares de los últimos treinta años, pues raro es el que se perdió.

Africano de nacimiento, el 24 de diciembre de 1958, en Elisabethville, en el congo belga, era hijo de un trabajador de una empresa minera de la región de Kananga, que moriría en un bombardeo aéreo por fuerzas de la ONU en las instalaciones en las que trabajaba.

Se alistaría en el ejército belga en los años setenta, sirviendo en una unidad de reconocimiento primero, y luego en un batallón acorazado, como jefe de un carro de combate Leopard I. aburrido de su vida militar en su país, por convicción, se alistaría en lo que sería presentado como el último conflicto colonial africano: la guerra en Rodhesia.

Infantería Ligera Rodhesiana.

Lucharía en el bando gubernamental, del presidente blanco Ian Smith, lo que le valdría ser presentado en muchas de sus biografías como un simple mercenario. Serviría en una de las mejores unidades antiguerrilla de todos los tiempos, la infantería ligera rodhesiana, participando en numerosas operaciones y combates. Pese a los éxitos militares de las fuerzas del gobierno, la intensa presión internacional decantaría el resultado de la guerra en la victoria de las fuerzas guerrilleras del ZAPU (siglas en inglés, de la unión popular africana de Zimbabue). Cambiado el nombre del país al de Zimbabue, dicha victoria significaría que el fin de las políticas de apartheid en dicho territorio, pero el establecimiento en el poder de un tirano que ha llevado dicha tierra a unos niveles de pobreza y corrupción impensables, incluso para África.

Dos billetes de curso local en Zimbabue. Pese a lo que ponen, se pueden comprar en internet por menos de 10 dólares. en su país, no valen tanto...
y la humorística respuesta local...


Al terminar la guerra, como el resto de miembros de la infantería ligera, pasaría a servir a las fuerzas de defensa sudafricanas como pathfinder (se irían hasta con material pesado, y por ejemplo, seguirían durante años, saltando en paracaídas, en maniobras, con los mismos C-47 que habían usado en el conflicto). 

Al terminar su periodo de servicio, volvería a Europa, donde comenzaría a ejercer de corresponsal de guerra, en numerosos medios, pero sobre todo en la revista francesa Raids, y luego en la publicación que fundó, en 2005, la revista Assaut, pero sin perjuicio de publicar numerosos textos y libros con otras revistas y editoriales.

Algunos de sus excelentes libros.


Nacionalizado francés, no había ejército europeo (incluidos los del este) en el que no fuese conocido, ni unidad militar que no le recibiese con las puertas y los brazos abiertos. En el francés y en el belga era especialmente querido, y famoso por estar en innumerables lugares y conflictos con ellos, compartiendo sin quejarse y con una gran calma, raciones, peligros e incomodidades.

Numerosos hechos acrecentaron su leyenda. Quizás uno los dos más famosos fue cuando pasó, en pleno conflicto del golfo de 1991, de Arabia Saudí a Kuwait tranquilamente, siendo detenido por los servicios secretos iraquíes, y acusado de espía. En la invasión de Iraq de 2003, no quiso estar como periodista controlado por el régimen de Sadam Hussein, ni tampoco “empotrado” con ninguna unidad; pues según decía, “ya había vivido suficiente vida militar, y no necesitaba saber cómo era”. Así que en Kuwait se hizo con una desvencijada  pick-up de Toyota, le pintó en el parabrisas un “Press TV”, le colocó una bandera francesa, y simplemente entró en Irak conduciendo como un dominguero cualquiera. Y fue a donde le dio la gana, y fotografió todo lo que quiso…nadie se lo impidió, simplemente, nadie daba crédito a sus ojos. Guardo como oro en paño, el especial de Raids Hors series, en francés, que escribió sobre sus vivencias en dicho conflicto.



Y no sólo ese libro, sino un montón más, de muy diversas editoriales, desde colecciones de Raid, pasando por Concord y otras, de los conflictos en los que estuvo. Sus acertados e incisivos análisis, complementados por sus propias fotografías, permitían acercarse a la crudeza y realidad de los conflictos que cubría, desde el punto de vista del que los tocaba protagonizarlos y sufrirlos en las trincheras.

Todo eso se acabó…en Alepo, el 17 de enero de 2013, por las balas de un ignoto francotirador que nos ha privado del excelente análisis que seguramente habría realizado, junto con sus impactantes fotografías, del conflicto en Siria.

Nos deja uno de los grandes, y desde este pequeño blog, mi emocionado homenaje. 



viernes, 18 de enero de 2013

EL ÚLTIMO VAQUERO (Parte 2)



Dos nuevas invenciones vinieron en su ayuda: la pólvora sin humo y el genial Winchester Modelo 1894. 

Una de mis grandes aficiones es el tiro con armas de avancarga o de cartucho metálico (del periodo del antiguo oeste) recargado con pólvora negra. Es un tiro extraordinario, desafiante y muy enriquecedor a nivel personal. Pero ahora que mis amigos y compañeros del club de tiro no me oyen, os diré un secreto: la pólvora negra, puede ser un gran coñazo…hay que aprender a dosificar para conseguir buena precisión la que usas en cada disparo, las armas hay que limpiarlas a menudo para evitar que se oxiden, y cada disparo emite una gruesa nube de humo blanco que delata tu posición.

Los intentos de sustituirla fueron múltiples. Lo más prometedor apareció en la década de 1840, en forma de las pólvoras de algodón. Se usaban fibras de algodón o lana empapadas en una proporción adecuada de ácidos nítrico y sulfúrico, y luego cuidadosamente molidas. No daban apenas humo, y conseguían unas presiones en recámara inalcanzables para la más fina y cara pólvora. Pero era muy inestable, y no pocas fueron las factorías y polvorines que espontáneamente saltaron por los aires, con gran pérdida de vidas humanas. En 1880, químicos franceses lograrían estabilizarla en un compuesto conocido como Poudre B, gracias al cual se conseguiría una munición de gran velocidad y poder de parada. Alfred Nobel mejoraría aún más la fórmula mediante la combinación con la nitroglicerina.

Poudre B.

Para la década de 1890, Winchester Firearms tenía una sólida reputación, y seguía siendo líder de ventas. En 1892 sacó un nuevo modelo, el más habitual que se ve en las películas clásicas de vaqueros, y nuevamente con un gran éxito. Sin embargo, todavía no se había dedicado a los nuevos cartuchos de pólvora sin humo, y aunque sus excelentes diseños permitían su uso, eran en calibres ya considerados como relativamente pequeños, y que precisaban cargas que no alcanzaban potencia plena. Además, sus rifles, aunque de excelente calidad, eran muy caros, y la inmensa mayoría de sus clientes potenciales sólo se podían permitir uno; así que se hacía necesario un nuevo diseño, que aprovechase las nuevas pólvoras y disparase cartuchos que valiesen un poco “para todo”: desde caza a defensa, y con un mayor alcance efectivo que los que ofrecía.

Winchester mod 1892.

La campanada la dieron con el modelo 1894. Fabricado en gran variedad de calibres, sería uno, el que lograría fama universal: el .30 – 30; llamado así por el calibre, y la carga de 30 grains de pólvora moderna (aunque, lógicamente se ofrecería en muy diversas modalidades de carga y puntas). Aún hoy, se sigue usando muchísimo dicho calibre para caza mayor, y aunque se le considere como “escaso” para un jabalí, he conocido a dos personas que los tumbaban de maravilla en las monterías y a miras abiertas, eso sí, colocando los disparos que asustaba. El modelo 94, de hecho, sigue siendo el rifle deportivo más vendido hasta el día de hoy, y se sigue todavía fabricando.

Winchester Mod. 1894. Queridos Reyes Magos...
Esa rampa delante del guardamonte, es uno de los secretos del modelo 94. Permitía manejar cartuchos más largos que los previamente usados.

La combinación de un rifle excelente y preciso (Winchester no ha fabricado nada malo todavía, que se sepa), con un cartucho con excelente balística, destacando una buena rasante, y las notables habilidades desarrolladas a lo largo de toda una vida dieron resultados espectaculares. No es de extrañar que ante semejante “Terminator”, fuesen muy pocos los que optasen por quedarse y resistir.

Tom Horn seguiría en dicho trabajo hasta 1898, año en el que acudiría a la llamada de Theodore Roosevelt, y se enrolaría en los Rough Riders para compatir en la guerra hispano – cubana. No pasaría de Florida, pues contraería una severa malaria que le obligaría a estar en el hospital de Tampa toda la guerra. Se libraría así de una ración de su propia medicina, es decir, disparos rápidos, con los 7x57 mm de pólvora sin humo de los Mausers españoles, que causarían severas bajas en la batalla de la colina de San Juan.

Mauser español modelo 1893.

 De allí, volvería a casa de su amigo John Coble, a Wyoming, a retomar su trabajo habitual, pero con la salud aún más resentida. Y dícese así, pues ya estaba bastante tocada. No había ahorrado un solo dólar de todo el dinero ganado, pues lo había quemado en innumerables juergas con prostitutas, juego y cantidades industriales de alcohol. Por aquel entonces comenzó a cometer más estupideces de la cuenta: por ejemplo, comenzó a “marcar” a sus víctimas poniendo una piedrecita debajo de la cabeza del cadáver, lo que fue rápidamente aprovechado por otros pistoleros contratados por los ganaderos para hacer lo mismo, y echarle las culpas a Horn. Aumentó su leyenda, pero también las cuentas pendientes que iba dejando. Y lo peor de todo, mientras estaba borracho, hablaba demasiado, alardeando de las muertes que había causado y de cómo lo había hecho.
John Coble. Su amistad nunca le faltaría a Horn.
En 1899, perseguiría a ladrones de trenes, en especial a ciertos integrantes de la famosa “Wild Bunch” que habían asaltado varios en su territorio. Posiblemente estaba pagado nuevamente por los Pinkerton, y siguió con su viejo oficio de detective de ganado. Pero en 1901, todo en su vida comenzó a torcerse…

En el territorio de Wyoming había un duro ganadero y granjero, de gran éxito, llamado Kels Nickell. Era un tipo realmente duro, que había comenzado a combatir ya en las guerrillas que surgieron en Kansas y Missouri durante la guerra de Secesión, tras ver morir a su padre ante sus ojos. Veterano de las guerras indias de las llanuras, no era de esos a los que se asusta y doblega con facilidad. Además, era temido por su gran destreza, bravura y fuerte temperamento. Y era uno de esos colonos recién llegados, y de gran éxito. El choque con los miembros de la WSGA estaba asegurado.

Kels Nickell.

Más por jorobar que por otra cosa, comenzó una explotación, en sus tierras de ganado ovino. Y lo curioso, es que de repente comenzó a dar grandes beneficios para disgusto de los ganaderos de vacuno, resultando ser así una fuerte e inesperada competencia en el mercado de carne. Además,  John Coble tenía una cuenta personal con él, pues en una discusión en 1890 por unos pastos, Kels lo había apuñalado, y dejado casi con un pie en la sepultura. Todos, incluido él mismo, sabían que caminaba por el territorio con una gran diana en la espalda. Por supuesto que recibió las consabidas notas amenazantes, pero hasta el momento la mayoría de los muertos eran gente de mal vivir, sin apenas amigos, malos vecinos y claros cuatreros. Él era, pese a su mal humor, un respetado hombre de negocios y de familia, y de vida ordenada y misa los domingos…muchos de sus vecinos pensaron que no se atreverían con él.

El 18 de julio de 1901, uno de sus hijos Willie Nickell, de apenas 14 años de edad, cogió uno de los caballos de su padre, para darse una vuelta. Como la mañana era fría, también cogió uno de los sombreros y abrigos habituales de su progenitor. Al ir a abrir la puerta del rancho, súbitamente, recibió dos disparos del .30 – 30 en la espalda, escupiendo gran cantidad de sangre, trató de gritar y volver a casa. Cayó muerto en el camino.
el infortunado Willie Nickell.

Unos días después de su entierro, su padre, mientras trabajaba en el campo recibió tres disparos que le destrozaron el brazo derecho. Mientras estaba en el hospital de Cheyenne, varios hombres asaltaron su rancho, mataron a la mayoría de sus animales y quemaron establos y graneros. Fue demasiado para él…destrozado física y moralmente, malvendió sus propiedades, y se mudó con la familia a la ciudad de Cheyenne, donde emprendieron varios negocios con éxito. Pero no volvió a ser el mismo de antes, ni tampoco Wyoming, ni el oeste.

Fue el rebosamiento de un vaso ya bien colmado. Todo el mundo estaba harto de las guerras ganaderas, de los barones, y de los asesinatos sin fin. Y la muerte de un niño de 14 años fue el detonante de una inmensa reacción que sacudió, prensa, política y conciencias de todo el país. Una vez conquistado el oeste, era necesario que la civilización y sus normas y leyes, por fin, se estableciese en los nuevos territorios.

 Joe Lefors era Marshall de los Estados Unidos, y había llevado una vida muy similar a la de Tom Horn. Antiguo empleado de Pinkerton, defensor de la ley, vaquero y detective de ganado. Pero había una diferencia crucial: nunca había sido asesino a sueldo de los grandes ganaderos, y por eso odiaba a personas como Horn. Como servidor de la ley, lo definía mejor que nadie el gran Marshall Charles Siringo: “era completamente inepto en funciones policiales”. Y llevaba una época de casos fallidos, lo que mermaba su reputación y su caché. Pero estaba convencido de la culpabilidad de Tom en el caso del joven Willie Nickell, y además en que podía probarse.

Joe Lefors.

Tom Horn había estado alardeando del tema en varias de sus borracheras, pero circulaban dos versiones. La primera, decía que se había autoinculpado tanto de los disparos a Willie como a su padre Kels. La segunda, provenía de una afirmación del forense local, que hablaba que los disparos a Willie se habían realizado desde 300 yardas (afirmación imposible, porque ni aún hoy en día, fuera del alcance de los componentes del disparo que no son el proyectil, como el negro de humo, la proyección de pólvora sin quemar o la quemadura por la llamarada del disparo, no se puede establecer si el disparo se ha realizado a 20 o a 200 metros, sólo con la observación del cadáver). Al oírlo, en varias borracheras había afirmado que el podía hacer ese disparo desde más allá de las 400 yardas…

Lefors preparó una trampa con cuidado. Aprovechando el caso real de una violenta, numerosa y bien organizada banda de cuatreros, camuflada como pequeños propietarios, que operaban al oeste de Montana, contactó, haciéndose pasar como empleador de un grupo de grandes ganaderos, con Horn. Éste, como de costumbre, sin un centavo en el bolsillo, y deseando poner unas cuantas millas por medio de Wyoming hasta que se calmase el asunto Nickell, mordió el anzuelo.

La entrevista tuvo lugar en uno de los saloones de Cheyenne, y Lefors, discretamente, tenía posicionados, al lado de su mesa, a un ayudante (para que actuase como testigo), y a un taquígrafo. Tom Horn fue poco a poco alardeando de sus acciones, ayudado por una creciente cantidad de alcohol. Lefors, poco a poco, fue llevando la conversación a la muerte del joven, hasta que Tom no sólo dijo que lo había hecho, sino que volvió a alardear del modo y la precisión de sus disparos.

Aunque hubo mucha discusión acerca de la validez de tal prueba, Tom Horn fue detenido por Joe Lefors el 13 de enero de 1902. Rápidamente, sus empleadores, excepto John Coble que pagó su defensa y Charles Irwin ( a éste último, antes de morir le regalaría su famoso rifle), le dieron la espalda. Era ya un personaje incómodo, signo de los viejos tiempos y métodos, que ya eran ampliamente denostados; y como en todo gran cambio social, una de las formas más rápidas de hacerlo y que más conciencias acalla de los antiguos y malvados actos, es mediante el sacrificio de una persona que los simbolice.

Juzgados de Cheyenne.
Pese a las dudas que surgieron en torno a la confesión y la forma de obtenerla, y la posibilidad que Willie hubiese sido asesinado por otro joven, Victor Miller, hijo de otro ganadero de ovino con quien Kels Nickell mantenía, también, agria disputa, sirvieron para evitar el temible veredicto: Death by Hang¸ muerte en la horca. Inmediatamente, su abogado, presentó la correspondiente apelación.

El jurado que condenó a Horn.

Mientras ésta se resolvía, Tom Horn, con la ayuda de un cómplice, intentaron una fuga. Después de reducir a uno de sus carceleros, salieron a las calles de Cheyenne, donde comenzaron a  ser perseguidos por otros ayudantes y varios civiles armados. Y lo hubiesen pasado mal, de no ser porque los nuevos tiempos iban a arrollar, una vez más a Tom Horn.

El arma que había robado a su carcelero no era un revólver, era una de las primeras pistolas semiautomáticas, muy posiblemente una Browning modelo 1900. Nunca había tenido una en la mano, y al intentar disparar con ella nunca lo logró, pues no sabía ni cargarla ni manipular el seguro. Esos segundos de forcejeo sirvieron para que un paisano, O. M. Eldrich, le golpease en la cabeza con la culata de su fiable revólver. 
Browning mod 1900. Se dice que ésta fue la pistola que no supo manejar Tom Horn.
¿la captura de Tom Horn? se sigue discutiendo sobre esta fotografía...

Después del episodio, sus posibilidades en las apelaciones cayeron a cero. El resto de su tiempo lo pasó trenzando una cuerda para lazo con pelo de caballo, y dictando sus memorias a la maestra de Iron Montain, una joven de nombre Glendolene Kimmel, que había conocido en casa de unos amigos. Se dice que fue lo más parecido que tuvo a una novia formal en su vida.

Miss Kimmel.

Un día antes de su cuadragésimo tercer cumpleaños, el 20 de noviembre de 1903, se cumplió la sentencia. Una multitud curiosa se agolpó a las puertas de la cárcel de Cheyenne. Tanta, que se temió un intento de liberación del reo (unos días antes, una potente carga de dinamita fue localizada cerca de los muros de la misma), así que se contaba con numerosos soldados armados, e incluso una ametralladora Gatling que cubría la puerta de la prisión. Mientras subía al cadalso, acompañado de los sones de Life is like a mountain railroad, cantada por deseo suyo por varios amigos, se permitió hasta bromear con el verdugo, otro amigo suyo, de nombre Joseph Cahill, a quien veía visiblemente nervioso. Su valor y serenidad impresionaron a todos los presentes.

Tom Horn en prisión.

 Tom Horn no es un personaje que se haya prodigado demasiado en el cine clásico de vaqueros. Sin lugar a dudas, la mejor película realizada sobre su vida, pese a las inexactitudes, fue la dirigida por William Wiard, en 1980, Tom Horn. En el papel estaría un supremo Steve McQueen, en su penúltima cinta (la última, ese mismo año, irónicamente, sería Cazador a sueldo). Ya estaba por aquel entonces muy enfermo de cáncer de pulmón (moriría a finales de ese año), y lograría dar, en su gran interpretación, ese matiz final y crepuscular a un guión que reflejaba los últimos años del legendario vaquero.


Si hay que ponerle una fecha final al antiguo y salvaje oeste, sin duda, sería el 20 de noviembre de 1902, y el lugar, el frío patio de una prisión de Wyoming. Por supuesto que el oeste seguiría generando grandes personajes, hazañas y leyendas. Pero ya nada volvería a ser lo mismo después de la muerte de Tom Horn.


jueves, 17 de enero de 2013

EL ÚLTIMO VAQUERO (Parte 1)



No era el primer aviso, ni tampoco era el último, pero la segunda nota, clavada en la puerta de la cabaña de William Lewis, en el Valle de Chugwater, en el territorio de Wyoming, era bien clara: “Mr. Lewis, deje de robar y matar el ganado de otros hombres, y o bien quítese la vida, o abandone este territorio en el plazo de tres días”. No le hizo caso, al igual que con la primera, ni tampoco quiso seguir esas instrucciones tras recibir un disparo de rifle, en el suelo, muy cerca de una de sus botas, días después.

No era tampoco un buen hombre. Sin apenas amigos, violento y pendenciero, con varios crímenes a sus espaldas, se había instalado en Wyoming no hacía mucho tiempo. No había comprado ganado alguno, ni semillas, ni aperos de labranza. Pero se sacaba sus buenos dólares “echando el lazo” a ganado extraviado y no tan extraviado, al que en pleno campo remarcaba y los hacía pasar como propios. Pero ese ganado tenía dueño, y eran miembros de la poderosa Wyoming Stockgrowers Associaton (la poderosa WGSA). Y esa gente no perdonaba actos semejantes…así que al día siguiente del disparo en el suelo, mientras se iba a supervisar sus corrales, un disparo en pleno centro del pecho, seguido de dos rápidos disparos en abdomen y cadera le mataron antes de tocar el suelo. 

Días después, otro personaje similar, que había perdido un brazo en la guerra de Secesión, pero que pese a ello no tenía problema alguno en cobrarse ganado de otros propietarios, grandes y pequeños, de nombre Fred Powell, recibió, tras los avisos pertinentes, y en presencia de uno de sus empleados, un certero disparo en el corazón. Es Abril de 1895, territorio de Wyoming, y está comenzando, quizás, la última guerra ganadera a la antigua usanza.

El ganado vacuno, al igual que el ferrocarril y la minería, sería uno de los grandes motores económicos del oeste americano en las últimas décadas del siglo XIX. Con grandes esfuerzos y riesgos, salpicados de dolorosos fracasos y ruinas, en diversos territorios se habían formado las grandes fortunas ganaderas. El ferrocarril, al principio amenazante, había supuesto la posibilidad de extender el comercio de carne y otros productos a grandes distancias, facilitando el mantenimiento de grandes manadas de ganado, y la creación de inmensas fortunas. Eran hombres pudientes y muy poderosos, pero a partir de 1880, su sistema de vida y negocio comenzó a estar seriamente amenazado.

 Wyoming fue de los últimos territorios donde se constituyeron los grandes emporios ganaderos, y pese a parecer enormemente atractivo para ello, la dureza del terreno y del clima, causó no pocos fracasos y ruinas, y demandó un gran trabajo para conseguir sacar adelante las grandes explotaciones. Los ganaderos supervivientes, muy ricos, y tras años de mucho esfuerzo, se asociaron en la ya mencionada WGSA para defender sus intereses. Pero a finales de los ochenta, todo comenzó a cambiar, y de forma muy vertiginosa.

Lo primero fueron unos años, concretamente de 1887 – 88 de grandes tormentas de nieve e inviernos muy largos, que mataron a gran número de cabezas de ganado, y cuyas intensas heladas dejaron muy tocados los pastos de la región. Las pérdidas económicas fueron inmensas. Lo segundo, fue que el gobierno federal comenzó a vender y repartir tierras a los inmigrantes que venían del este, favorecido por las grandes compañías ferroviarias, que deseaban desesperadamente ese aumento de colonos, a fin de lograr hacer rentables de una vez por todas, las ruinosas líneas del noroeste. Los colonos, fueron miserablemente engañados: se les prometió tierras bien feraces, cerca de ríos, en las que sólo había que arar, sembrar y esperar las cosechas. De hecho, se les llegó a enseñar fotografías realizadas a cosechas sensacionales e inmensas…tomadas en otros territorios. Al llegar, se encontraron con tierras difíciles de labrar y un clima adverso para ganados y hombres por igual.

Foto moderna de traslado de ganado en Wyoming.

Las tierras que se les asignó, propiedad del gobierno, llevaban muchos años siendo usadas por los grandes barones ganaderos, que ya las veían como propias. Pero además, los colonos traían un nuevo invento con ellos, terriblemente amenazador para el delicado equilibrio socioeconómico del territorio: el alambre de espino. En 1874, el empresario de Illinois, Joseph F. Glidden perfeccionó el alambre de púas (recogida en la famosa patente nº 157.124), al modelo de hilo trenzado que conocemos hoy en día. Para la década de 1880, se fabricaba, bien barato el metro, en grandes cantidades, y se vendía sensacionalmente. Fue el final de las grandes praderas, de las grandes extensiones de pasto para el ganado, y de la necesidad de tantos cowboys. Y los pequeños propietarios, asentados muchas veces en zonas de paso, o cerca de abrevaderos naturales, rápidamente procedieron a cercar sus propiedades con el nuevo invento.
Joseph F. Glidden.
Patente 157.124.

Y peor aún: al tener poca experiencia en la ganadería en esa región, comenzaron a completar sus cabañas, con reses “extraviadas” (o directamente robadas) a los grandes barones ganaderos, a los que se las remarcaba rápidamente (marcajes que la asociación no reconocía al no estar registrados, registro bien caro, que había que hacerlo…en la propia asociación). Otros, procedentes de la inmigración europea, se dieron cuenta que el terreno era malo para el vacuno, pero bueno para el ganado ovino y caprino, el cual introdujeron en gran número en el territorio; ganado odiado por los barones, pues consideraban que debido a que arrancaba el pasto de raíz al comerlo, lo agotaban y destrozaban para sus grandes manadas vacunas. El conflicto estaba servido…

Al principio se intentó la vía legal, intentando eliminar la perniciosa costumbre de “echar el lazo” al ganado ajeno. Pero en los tribunales, los jurados estaban compuestos por los amigos, familiares y vecinos de los pequeños propietarios imputados, que casi nunca les condenaban. Enrabietados, los miembros de la WGSA comenzaron a meter bien a fondo la pata…rápidamente contrataron pistoleros, vaqueros amenazados por el nuevo cambio y crearon la controvertida figura del “cattle detective”, o detective del ganado, no para investigar los robos solamente, sino para llevar la justicia que ellos decidieran a esos propietarios. Incluso colocaron a uno de ellos, Frank M. Canton como Sheriff del condado de Johnson.

Frank M. Cotton.

En 1889, en una de sus primeras acciones, ahorcaron, acusándoles de cuatreros, en su propio rancho, a los propietarios del Saloon local, una pareja venida del este, llamados Jim Averell y Ella Watson. No sólo causaron fuerte repulsa por ahorcar a una mujer, sino que además se hizo con nudo corredizo, y no con el tradicional, en un intento de causar más sufrimiento a las víctimas. Pese a que hubo seis arrestos, la presión política y las amenazas a los posibles testigos impidieron la celebración de juicio. No sería ni el primero ni el último de los linchamientos.

Ella Watson. Su brutal linchamiento conmocionó todo un país.

Los pequeños propietarios, bajo el liderazgo de Nat Champion, propietario del KC Ranch, se asociaron en 1891 en la Northern Wyoming Farmers and Stock Growers’ Association (NWFSGA), y en amplio desafío, comenzaron a registrar las marcas de pequeños ganaderos por un precio módico. Era un claro desafío a la poderosa WGSA, y éstos recogieron el guante…de tal manera, que saldrían bien escaldados ante la opinión pública.

Se decidieron por la acción más directa posible. En Paris, Texas, contrataron un nutrido grupo de pistoleros, en total unos 23, a los que pagarían, aparte de dotarles con equipo completo desde armas a caballos y ropa, unos 5 dólares diarios, y unos 50 dólares por cada ranchero, de una nutrida lista negra, asesinado. Al grupo se les unieron varios miembros prominentes de la WGSA, un cirujano, el Doctor Charles Penrose, dos periodistas, Ed Towse del Cheyenne Sun y Sam T. Clover del Chicago Herald…y hasta un senador del estado de Wyoming, Bob Tisdale. El grupo llegó a Wyoming, en abril de 1892, en un tren especial fletado por los poderosos barones ganaderos. Pasarían a la historia como los “Invasores de Wyoming” o los “Reguladores de Wolcott” (por Frank Wolcott, presidente de la WGSA en aquellos momentos).

Los "Reguladores de Wolcott"
La primera acción, dura, directa y a la cabeza: el asedio y asalto del KC Ranch de Nat Champion, en 9 de abril de 1892. Terminó en el incendio del rancho, y a Champion,  con un revólver en la mano y un cuchillo en la otra, saliendo a campo abierto y siendo abatido por los reguladores. Tal despliegue fue observado por testigos, y un miembro de la NWFSGA, el pequeño ranchero Jack Flagg, que salió disparado a  uña de caballo a buscar al Sheriff… no a Frank Canton, no, que de hecho estaba en el asedio del KC, si no hasta Buffalo, donde allí el Sheriff organizó una partida de 200 hombres que salieron a por los pistoleros texanos.

Dicha partida logró sorprender y asediar a los “invasores” en el Rancho TA, en Crazy Woman Creek. Uno de los reguladores, logró eludir el cerco, y contactar con el gobernador del estado de Wyoming (en funciones), Amos W. Barber, el cual presionó al presidente de los EEUU, el republicano Benjamín Harrison, que con prontitud envió al rescate al 6º de caballería de Fort McKinney. Los soldados salvaron a los reguladores de una muerte cierta, y los pusieron a disposición de la justicia. Fueron puestos rápidamente en libertad, y nadie fue juzgado por el asalto al KC Ranch.

Benjamin Harrison.

El escándalo político fue de primera magnitud. Se tuvo que retirar de la región al 6º de caballería, que ya estaba a sueldo, de forma descarada, de los grandes barones ganaderos; y sustituirlo por el 9º de caballería…una unidad de soldados de color, de los famosos “soldados búfalo”, lo que ocasionó a su vez sus buenos conflictos. Modernamente, se dice, que las repercusiones del proceder de dicho presidente republicano, siguen hasta hoy, pues el estado de Wyoming, tradicionalmente, sigue siendo un feudo del partido demócrata.

Estas pésimas decisiones fueron una gran derrota para la imagen pública y el poder de la WGSA, debilitándola de forma notoria. Y una gran victoria para los pequeños propietarios, pero también fue un imán para gente como William Lewis o Fred Powell, cuatreros sin escrúpulos, que vieron en dicho vacío de poder una oportunidad de vida. Estaba claro que los grandes barones no se iban a quedar de brazos cruzados, y esta vez, eligieron una alternativa mucho más discreta, pero más terrorífica…y aquí, en nuestra historia, es cuando debe entrar el protagonista de este post: el legendario Tom Horn. 

Tom Horn.

Tom Horn nace el 21 de noviembre de 1860 en Missouri, en el condado de Escocia. Quinto hijo de doce, sus padres eran granjeros, de fuertes convicciones religiosas, y muy rápidos a la hora del castigo físico. Tanto, que a los 15 años abandonaría el hogar paterno, harto de las continuas palizas que su padre le propinaba. Después de un corto periodo como corro a caballo, terminaría ingresando en el ejército, como explorador, en una de las campañas más duras de todo el siglo XIX: la guerra contra los Apaches.

Pese a su escasa educación académica, su gran talento para la supervivencia, inteligencia natural y vivacidad, llamarían poderosamente la atención de uno de los grandes jefes de exploradores de todas las épocas: Al Sieber. Rápidamente aprendería el joven Horn a hablar, con gran fluidez, el español, el apache, e incluso se comenta que el alemán natal de su mentor. Además se convertiría en un gran explorador, experto tirador y en un duro y paciente rastreador. Más adelante, le sería muy útil todo ese rango de grandes habilidades. Serviría en dicha campaña hasta el final, cuando tenía ya 27 años, y muy molesto por el duro trato que se le daría a los apaches al terminar la contienda. Se dice que incluso fue intérprete en la rendición del gran y legendario chamán Gerónimo…

Al Sieber.
Foto ya mítica de Gerónimo.

Intentó la minería durante una corta temporada. “Muy lenta y pesada”, diría en sus memorias, por lo que comenzaría a participar en rodeos, y torneos de lazo; destacando en ambas. Pero en abril de 1887, se trasladaría a Pleasant Valley, Arizona, donde caería en medio de una de las guerras ganaderas más brutales de finales de siglo, la que enfrentaría a dos grandes clanes: los Graham, criadores de ganado vacuno, con los Tewksbury, criadores de ovino. Sería empleado como ayudante por el Sheriff del condado de Yavapai, Bucky O’Neil, para luego pasar a ser ayudante en el condado de Apache. En sus memorias declaró que su trabajo era el de un “mediador”, pero se sabe que aceptó “encargos” de uno y otro bando, sin atisbo de pudor alguno. No vería el fin de la guerra, pues dos años después, una detención de ciertos miembros de los Graham terminó en varios de ellos muertos, en un oscuro y rápido tiroteo, a manos de Tom Horn. La guerra acabó en 1892, lisa y llanamente porque ambas familias se habían aniquilado con tanta saña…que ya no quedaba apenas nadie en pie para continuarla.

Se uniría después a la agencia Pinkerton, haciendo de Colorado y el territorio de Oklahoma sus campos principales de actuación. No le gustó el trabajo, pues se sentía demasiado encorsetado y dirigido, lo que le llevaría a frecuentes roces con sus superiores. En una de sus misiones, conocería a uno de los ganaderos más importantes de Wyoming, John Coble, miembro de la WGSA, con quien establecería una amistad que duraría toda la vida.

Allí conoció de primera mano los problemas de los grandes barones, y la necesidad que tenían de cierto tipo de “operativos” que hiciesen cierto tipo de trabajos especialmente sucios, y sin la vergonzosa publicidad de los “invasores de Wyoming” o los linchamientos de mujeres. La libertad era casi total, y la paga era muy buena; llegando a cobrar incluso unos astronómicos 600 $ por muerte. Dejó a los Pinkerton (se dice que incluso lo echaron por un turbio asunto que incluía un robo), y se puso a trabajar de “detective de ganado”.

Lewis y Powell no fueron sus primeras víctimas, ni tampoco las últimas; pero sí dos muertes que impresionaron y mucho, y lograron que abandonase el territorio un gran número de colonos. En total, se discute, que aquellos años pudo haber matado entre 25 a 35 personas. Su técnica, siempre la misma: tras los correspondientes avisos, súbitamente y desde la distancia, se recibía un preciso disparo mortal del calibre .30 – 30. No había defensa ante tal fantasma, y se podía recibir en cualquier momento: al salir de casa, al cabalgar, al volver de una buena juerga en el Saloon, mientras se marcaba reses…el terror que ocasionaron tales tácticas fue inmenso, y además, unos hechos ante los cuales la ley de la época se encontraba impotente: no había testigos, y sí numerosos amigos y empleadores que proporcionaban la adecuada coartada a su “ángel exterminador”.

viernes, 11 de enero de 2013

EL SÁTRAPA DE LOKOT



Uno de los aspectos más olvidados y desconocidos de toda la Segunda Guerra mundial, para el aficionado a la historia militar, fue la lucha contra los partisanos. Tras la guerra, surgió una importante leyenda sobre sus heroicos y desesperados actos, llegando a magnificar muchísimo su verdadera contribución, pero a la vez, tendiendo a ignorar su gran sacrificio y valor. E incluso, ocultando otras dolorosas realidades, como la gran efectividad que los alemanes y sus aliados alcanzaron ya en muchas de sus operaciones en 1944 (algunas realmente osadas), y el gran apoyo que muchas veces tuvieron entre la propia población de los territorios conquistados años antes.

Dos carros T-70 ex - soviéticos y un Hotchkiss H39 ex - francés, pertenecientes a una Sicherung Division.

El tipo y número de unidades empleadas en esta guerra fue enormemente dispar. Algunas bien conocidas y eficaces, como las divisiones de las Waffen SS Prinz Eugen y Florian Geyer. Un número importante de las fuerzas usadas eran divisiones y regimientos de infantería regular de la Wehrmacht. Normalmente eran unidades consideradas de tercera fila, con equipo obsoleto o muy básico, y constituidas por hombres que o bien no eran considerados como físicamente preparados para los rigores del frente, o su edad ya estaba bien avanzada la treintena o cuarentena. El ejército alemán crearía lo largo de la segunda guerra mundial las conocidas como Sicherungs Divisionen (en total, unas 15), compuestas por reemplazos considerados de baja calidad para el ejército regular. Muchos de sus miembros, simples ciudadanos, padres de familia con varios hijos, se vieron súbitamente lanzados a la durísima guerra de guerrillas del frente oriental, enfrentados a un enemigo tenaz y cruel, y convirtiéndose ellos mismos en seres malvados y sin escrúpulos. Pocos volvieron a casa, y aquellos que volvieron, aún hoy, apenas han querido hablar de sus terribles experiencias. Incluso participarían las temibles unidades de la policía militar del ejército, Feldgendarmerie, y una sub sección de la misma, que ejecutaría un gran número de soldados y nazis de retaguardia en el último año de la guerra, los Feldjägers.

Recreador moderno con el uniforme de Feldjäger. La banda roja y esa gorgejera serían especialmente temidas en los últimos años de la guerra.
Sicherung Division, foto tomada al parecer en Bélgica. Obsérvese la disparidad de armamento y equipo.

Otro escalón fueron las temibles SS – polizei schützen regimenters, las grandes formaciones olvidadas de Himmler (se crearían unas 38 en total, que pasarían a control directo de las SS en febrero de 1943). Pensadas como fuerzas de ocupación y con funciones antipartisanas, al principio formadas por numerosos policías civiles, con escaso y anticuado equipamiento, al final tendrían que luchar en primera línea durante las grandes ofensivas soviéticas de 1943 – 1944. Algunas, lo harían con efectividad y arrojo, otras se desbandarían a la primera embestida…pero en todas, lo más común fue su destino: su aniquilación casi completa en dichas ofensivas. Varios de ellos, llegarían a ser más brutales inclusos en los temibles Eisantzgruppen de las SS (como por ejemplo un batallón que en un solo año ejecutó a 38.000 civiles rusos, batiendo la marca de dichas unidades nazis)), pero apenas se enjuiciarían a sus integrantes supervivientes, que volverían en la Alemania de posguerra a realizar funciones de policía.

Eisantzgruppen en plena "faena". Y es una foto de las suaves...


Pero había otro tipo de formaciones, muy olvidadas incluso en la historia de los países ocupados, por la inmensa vergüenza que suponían: las unidades auxiliares. Constituidas a partir de los propios habitantes del lugar, nunca faltarían a los alemanes un buen número de voluntarios dispuestos a cooperar en tareas de seguridad y antipartisanas, siendo, por lo general, incluso más brutales que las propias formaciones de las SS, y responsables de un sin número de crímenes de guerra y atrocidades.

Tropas de seguridad alemanas, ejecutando civiles, acompañadas de un "auxiliar" del lugar. Nunca faltaron voluntarios nativos...

Y entre todas ellas, destaca una por encima de todas: la infame Brigada Kaminski.

Bronislaw Vladislavovich Kaminski, nació el 16 de junio de 1899 en Vitebsk. Estudió ingeniería química en San Petersburgo, y llegó a servir en el ejército rojo durante la guerra civil rusa. Sufrió la gran purga de 1937, en la que fue condenado a trabajar varios años, como ingeniero químico, en la destilería de Sharashka, en la región de Bryansk. Una vez liberado, se le “reasignó”, con el mismo trabajo en una destilería, a la región de Lokot, en una zona creada para aquellas personas condenadas, que tras cumplir la pena impuesta, se les prohibía, por sus actos antirrevolucionarios, volver a su domicilio habitual. Y éste es el primer gran punto oscuro de su biografía. Conociendo un poco la gran severidad de las penas que se imponían en ese periodo, sorprende ver la “blandura” de la que se aplicó a Kaminski, lo que ha llevado a muchos historiadores a sostener la teoría de que fue debida a que, seguramente, tras ser detenido, cooperó plenamente con la NKVD. Fuera como fuese, no hay duda que el hecho le causó un profundísimo resentimiento contra su gobierno.
Bronislaw Kaminski.


En octubre de 1941, los alemanes conquistaron dicho área, y casi desde el primer momento, encontraron una colaboración importante por parte de la población local. En noviembre de 1941, acompañado de un profesor de una escuela técnica llamado Konstantin Voskoboinik, propusieron a los ocupantes germanos la creación de una administración local, con milicia propia. Aceptaron encantados, constituyendo el inicio de lo que se llamaría la “autonomía de Lokot”, en muchos textos, y el comienzo, con poco más de dos centenares de hombres, del Russkaya Osvoboditelnaya Narodnaya Armiya, o RONA.

Los comienzos fueron difíciles: apenas dos centenares de hombres, sin apenas material (los alemanes, a estas formaciones, casi nunca les suministraban algo útil) y sin uniformes ni calzado apropiado. Pero estamos a finales de 1941, y esa parte de Rusia, era un inmenso campo de material desperdigado, desde armas ligeras, pasando por arsenales de munición, e incluso material pesado como carros soviéticos abandonados o piezas de artillería.

Beutepanzer T-26. Fueron muy usados en tareas antipartisanas.

El RONA comenzaría sus actividades antipartisanas en la primavera de 1942, y rápidamente alcanzaría unos efectivos de varios millares. Para 1943, contaba con unos 10.000 a 12.000 combatientes, equipados hasta con piezas de artillería y una compañía de carros, con diversos ingenios ex – soviéticos: desde KV-1s, pasando por T-34s (se habla de que llegaron a contar hasta con 20 de ellos, y como comparativa, por ejemplo la Das Reich, en la batalla de Kursk, alineó unos 25 de una factoría de Kharkov), y los más ligeros T-26 y BTs. En el territorio de Lokot, la norma para sobrevivir era bien clara: total sumisión a Kaminski y sus secuaces. Voskoboinik había muerto el 8 de enero de 1942, en un ataque partisano liderado por uno de los guerrilleros más famosos de la guerra en el frente del Este: Alexander Saburov, dejando así el terreno libre al brutal mandato de Kaminski.

Alexander Suburov.


La autonomía de Lokot (conocida en archivos como el área de retaguardia 532) fue regida como una auténtica satrapía, en la peor de las acepciones de la palabra. Todo exceso y brutalidad tuvo cabida en tal territorio, hasta el extremo en el que el famoso Chateu de Silling de la novela del Marqués de Sade “los 120 días de Sodoma” (que muchos conoceréis más por su adaptación a la gran pantalla por Passolini, en su inquietante “Saló”) queda a nivel de una guardería comparado con el gobierno de dicho lugar. Y no sólo a nivel personal, sino también sus desafortunados habitantes, eran esquilmados con gravosos impuestos, o robados directamente ante cualquier capricho o necesidad. Enfrentarse a dicha situación, e incluso una actitud que se considerara “tibia” de afección al régimen imperante, era durísimamente castigada.

Partisanos Soviéticos.


Los soviéticos no cejaron en sus esfuerzos en conseguir que la región fuese ingobernable, dedicando hombres y material a consolidar a un potente movimiento partisano. No lo consiguieron, la brutalidad del RONA era legendaria, y los apoyos a la resistencia no sólo escaseaban, sino que eran eliminadas personas y lugares ante la más mínima sospecha de desafección. Los alemanes estaban encantados, de tener una región segura por donde pasar sus suministros al frente…bueno, no tan segura, pues rápidamente se dieron cuenta de la rapacidad de los hombres de Kaminski, y su gran capacidad de rapiña de todo lo que estuviese cerca de ellos, y que tuviese el más mínimo valor o utilidad.

En el verano de 1943, Bryansk fue liberada, con una activa participación de grupos partisanos, ansiosos como sus colegas del Ejército Rojo, de cobrarse comprensible venganza sobre tan temibles gobernantes. Y ahí el RONA comenzó a demostrar su valía como tropas de primera línea: absolutamente ninguna, retirándose a la desbandada al primer ataque serio de varios regimientos de fusileros.

Libertadores de Bryansk: partisanos...
y soldados del ejército rojo.


A la caída del área 532, siguió la retirada, no sólo de 15.000 combatientes (que menguarían por un alto número de deserciones), sino también de 10.000 civiles, 1.500 cabezas de ganado, y todo el tren de artillería y blindados que les quedaban. Una auténtica tribu germánica en plena migración, un espectáculo del siglo IV D.C. en 1943…pero un espectáculo para ver de bien lejos, pues rápidamente, en su retirada hasta el área de Lepel, cerca de Vitebsk (en la actual Bielorrusia), se harían famosos por ser una auténtica nube de langostas, arrasando, y cometiendo todo tipo de crímenes por los territorios por los que pasaban.

En la primavera de 1944, se emplearía al RONA en varias operaciones de gran calado contra los partisanos del frente central. Las operaciones Regenschauer, Frülingfest y Kormoran, serían largamente exitosas y causarían graves daños a la infraestructura de la resistencia en dichos lugares. El que los partisanos soviéticos, antes de la operación Bagration en junio de 1944 fuesen capaces de causar graves daños y preocupaciones en la retaguardia de las fuerzas alemanes, después de tan severo castigo, dice mucho de su valor, tenacidad y capacidad de recuperación.

Foto de miembros de la Sicherung division 4 en la operación Kormoran.


El RONA en dichas operaciones se lució de lo lindo…todos los mandos que los tuvieron bajo sus órdenes se quejaron agriamente, sin excepción. Eran brutales, voraces en el saqueo incluso en la propia retaguardia alemana, salvajes en su trato con los civiles y prisioneros (más aún que las SS, que ya es decir), e inútiles en combate. Eran famosos por huir al primer enfrentamiento serio, ser indisciplinados y estar borrachos casi de continuo, y carecer de la más elemental competencia táctica. Ahora, como saqueadores, eran de primer orden.

Partisanos soviéticos en el frente central. Pese a las operaciones de comienzos de 1944, su esfuerzo para paoyar las ofensivas de verano de ese año fue enorme.


El año 1944 vería su traslado a Alemania. Seguirían causando miles de conflictos en retaguardia, y no sólo por sus borracheras y saqueos. Se haría también, tristemente famosos por sus asesinatos, saqueos, insubordinaciones, e incluso aficionarse a secuestrar personal femenino alemán, sobre todo enfermeras, para violarlas en grupo y asesinarlas. En junio de 1944, se convirtió el RONA en la SS – Sturmbrigade RONA, y a Kaminski, se le nombró General Major der SS. La idea era que el RONA se convirtiese en el germen de la 29 Waffen Grenadier Division der SS (Russische Nr 1).

Esos planes se interrumpieron con la sublevación de Varsovia de principios de agosto de 1944. Otra batalla olvidada, y de las más salvajes de toda la guerra. Una batalla, que sigue sirviendo para abrir una insalvable brecha entre rusos y polacos, y es lógicos, pues muchas generaciones tendrán que pasar para poder perdonar la tremenda traición e indignidad de Stalin, de no liberar a la ciudad mártir, estando sus fuerzas más potentes a las puertas de la misma, y sólo por conseguir ventajas políticas en la posguerra. 

Miembros de la Armia Krajowa.
otro miembro de la Armia Krajowa. El subfusil es el Blyskawica de 9x19 mm, diseñado y fabricado por la propia resistencia polaca.


El RONA fue asignado a limpiar el sector de Ochota, cerca del centro de Varsovia. El asalto se planeó el 5 de agosto…pero no se llevó a cabo, pues los miembros de dicha unidad, o estaban borrachos o estaban saqueando las viviendas del lugar. Lo peor vino a continuación…en vez de enfrentarse a los partisanos polacos, se dedicaron a saquear y quemar todo el distrito, a matar a sus habitantes, y a violar a toda mujer que tuviese el infortunio de encontrarse allí. No se salvó siquiera uno de los centros punteros del tratamiento del cáncer en la Europa de los años treinta, el Institut Radowy, fundado por la mismísima Marie Curie. Tras ser saqueado, y violado el personal femenino, todos los que estaban allí (80 pacientes y 90 miembros del personal) fueron ejecutados. A los supervivientes se les llevó a un mercado de abastos, que sería conocido como el campo Zieleniak, donde seguiría la misma estela de crímenes hasta finales de agosto de 1944.
Institut Radowa en la actualidad.
Placa conmemorativa de la masacre en el lugar.

Como era de esperar, el valor en combate de los secuaces de Kaminski siguió siendo ínfimo. Sus combates eran siempre los mismos: nunca se respetaba la hora de inicio con las unidades vecinas, ocupaban las posiciones de avanzada polacas, y se paraban a matar y saquear, especialmente las bodegas que se encontraban a su paso. Si continuaban, caían sin parar en emboscadas tendidas por los expertos partisanos polacos, así que tendían a no moverse de los primeros edificios. Las quejas de las unidades vecinas, y de las de retaguardia no paraban de aumentar. Al final, el RONA sufriría 500 bajas en toda la revuelta de la capital polaca.
Miembros del RONA en Varsovia.

Hasta un mando tan brutal como el Obergruppenführer Erich Von Dem Bach-Zelewski se quejaría al mismísimo Himmler de la falta de valía del RONA y del salvajismo que empleaban tanto con amigos como con enemigos. Así que se decidió retirarlos a un sector más tranquilo y apartado: el bosque de Kampinos, al oeste de la ciudad. 
Obergruppenführer Erich Von Dem Bach-Zelewski, en la posguerra, y tras reconocer públicamente sus atrocidades, recibió una condenasorprendentemente leve.

Allí a finales de agosto de 1944, los partisanos polacos se cobraron su venganza. Liderados por el teniente coronel Dolina, cuyo nombre real era Adolf Pilch, uno de los grandes héroes de la Armia Krajowa, atacaron la unidad de artillería del RONA a primera hora de la mañana. No pudieron elegirla mejor, pues sus contrincantes estaban todavía bien afectados por el alcohol de la noche anterior, y dormitando en el pueblo de Truskaw. Mataron a más de un centenar, y el resto huyó dejando abandonado todo el equipo pesado, y numerosas armas con sus municiones. Fue la gota que colmó el vaso.

Más del 90% de la ciudad quedó destruida al terminar la batalla...

Kaminski fue llamado a una conferencia de mandos en Lodz, a principios de septiembre de 1944. Pero lo que le esperaba era un consejo volante de guerra de las SS. No me atrevo a tratarlo como un juicio de opereta, pues si bien los acusadores precisamente no podían ejercer de tales, bien es cierto que todos los cargos de los que fue acusado eran bien ciertos, y en especial de aquellos en los cuales se le echaba a la cara su brutalidad con civiles y prisioneros…por parte de las SS…realmente increíble.

La sentencia fue rápidamente cumplida, y Kaminski fue fusilado, en fecha indeterminada, poco tiempo después (otras fuentes aseguran que fue ahorcado). Y para evitar sublevación de su gente, la GESTAPO, orquestó una falsa puesta en escena de su suerte, como si su coche, camino de la conferencia hubiese sido objeto de una emboscada de los guerrilleros polacos. Fue el final de su infame brigada…

Los supervivientes, es decir, los que no desertaron, acabarían engrosando las filas del ejército ruso de liberación de Vlasov (el POA), mientras que los civiles que los seguían acabarían realizando trabajos forzados para los alemanes en Pomerania. La 29 Waffen Grenadier Division der SS, al final fue formada, pero con fascistas italianos, siendo la Italienische Nr. 1.  Después de la guerra, tanto soviéticos como polacos, perseguirían activamente a los miembros del RONA para enjuiciarlos por sus brutales crímenes. Pocos eludirían la pena de muerte, ni siquiera el último, juzgado en fecha tan tardía como 1978.

Ejército de Vlasov al combate en uno de sus T-34

Desde luego, si en este mundo hay una vara que mida tu maldad y crueldad, seguro que no logra superar a que te ejecuten las propias SS a las que perteneces, por crueldad con los civiles y prisioneros del enemigo…

Emblema del RONA.