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jueves, 13 de diciembre de 2012

LA CURIOSA HISTORIA DEL DETENTE - BALA



Sigue pareciéndome realmente extraño cómo germinan y se desarrollan las ideas de las entradas de este blog, pues aunque os aseguro que la mayoría comienzan de forma muy simple, mediante la lectura de algún libro o artículo que me da la idea, otros siguen caminos un poco más tortuosos.

De inicio, este post iba a ser para recomendaros las excelentes crónicas que la corresponsal de El Mundo, Mónica Bernabé, a quien ya le he dedicado un post, está enviando desde la provincia afgana de Bagdhis, mientras está empotrada con las tropas españolas. Y de cómo refleja su vida cotidiana y preocupaciones, y también operaciones militares y sus dificultades; sin olvidar tampoco la mirada experta sobre la sociedad afgana y sus miembros. Queda aquí hecha la recomendación.

Mónica Bernabé en una de sus últimas crónicas desde Afganistán. Fuente El Mundo.es
 
Pero uno de sus artículos, me llamó poderosamente la atención. Éste concretamente: “Locos por las tabletas”, del cual os dejo el link: http://www.elmundo.es/elmundo/2012/12/01/espana/1354356487.html. En dicho artículo había este bien curioso párrafo: “Aún así el páter afirma que las nuevas tecnologías no lo son todo. Por ejemplo, explica que los soldados se vuelven locos por tener un "detente bala", una estampita pequeña en forma de huevo con la imagen de la Santa Inmaculada, patrona de la Brilat, y una inscripción que dice: "Detente, el Corazón de Jesús está conmigo". Los militares siempre llevan la estampita encima, con la fe de que eso les servirá para regresar a casa sanos y salvos.”.

Comentando el citado párrafo con unos amigos, bien aficionados a la historia militar, me llevé la sorpresa porque desconocían que era eso del “detente-bala”, por lo que me animaron a escribir el siguiente post.

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús, y al de la Virgen María, dentro de la religión católica, constituye una de las más importantes que existen en la misma. El origen de la devoción al de Jesucristo se origina, al parecer en la alta edad media ya, pero la inmensa mayoría de los textos otorgan su desarrollo y difusión a la figura de Santa Margarita María Alacoque (1647 – 1690), de la orden de Visitación de Santa María. La santa en sus visiones (especialmente la del Corpus Chiristi de 1675), refirió a la jerarquía eclesiástica que Jesús se le aparecía, y le enseñaba su corazón, que había sido consumido y extinguido por amor a los hombres, no recibiendo más que ingratitud, y exhortándola a que difundiera la veneración a su obra. El confesor de la santa, el padre, San Claudio de la Colombiére, fue el primer propagador de dicho culto, al que luego se adscribirían los jesuitas, que lo universalizarían por todo el mundo. Si visitáis iglesias de Francia, podréis comprobar que el culto al Sacre Coeur, ya sea de Jesús o de María, está ampliamente difundido, y son numerosísimas las capillas dedicadas al mismo.
la más famosa iglesia dedicada al Sacré Coeur...

Santa Margarita para difundir el culto comenzó a coserse en el interior del hábito, y cerca del pecho, una imagen del corazón de Jesús. El signo apenas ha variado desde entonces: es un corazón, rodeado de una corona de espinas, coronado por la cruz, y con llamas ya rodeando al corazón, a la cruz sola o a todo el conjunto (el de la Virgen María, es parecido, y aunque hay varias versiones, la más común es el corazón en llamas, sin cruz, con una corona que no es de espinas, y habitualmente atravesado por una o varias espadas). Asimismo, exhortó a las hermanas de su congregación a llevar cosido el citado símbolo.
Santa Margarita María Alacoque.

El culto de forma inmediata se hizo muy popular, y no sólo cosido a las ropas, sino también en plaquitas metálicas, de los más variados materiales, que en un principio pasaron a colocarse en las viviendas. Seguro que muchos, en la casa de vuestros abuelos o familiares de más edad, habéis visto la famosa plaquita de Jesucristo señalándose el símbolo de su corazón, y la leyenda de “Dios bendiga cada rincón de esta casa”. Pues aquí tenéis su origen.

Pero, ¿cómo llega a convertirse en un símbolo portado por nuestros militares? Es bien cierto que a lo largo de la historia, el horror y la incertidumbre de la guerra han llevado a los hombres a refugiarse en su religión, adoptando ciertas creencias, desechando otras, e incluso adaptando sus cultos a dicha realidad. No hay más que leer un poco sobre el culto de Mitra en el imperio romano y la gran difusión entre sus legionarios y auxiliares. El soldado, necesitado de aferrarse a símbolos que le dieran algo de seguridad y esperanza no dudó en portar numerosos objetos de claro significado religioso, desde los collares  de los Mau Mau, pasando por las camisas sagradas de los indios de las llanuras. Todos ellos tienen su particular historia y origen en un momento muy especial.
bello ejemplo de camisa ceremonial india. Podían ser aún más simples.

En los años en los que Santa Margarita populariza el culto al Sagrado Corazón de Jesús, no nos podía ir peor. El otrora poderoso imperio español estaba convertido en jirones, despojos sobre los que las emergentes potencias europeas como Inglaterra, Francia u Holanda se precipitaban a su saqueo. Los ejércitos españoles vencidos y aniquilados, y una intensa crisis económica y social sacudía lo poco que quedaba en pie. A la cabeza, un rey, signo palpable y bien visible de la decadencia, con las inmensas taras de la continuada consanguinidad de los Austrias, de nombre Carlos II, considerado hechizado por numerosos de sus súbditos al haberle hecho beber, de muy niño, una taza de chocolate caliente en la que se habían disuelto los sesos de un ahorcado, y del que sus propio padre, el rey Felipe IV decía que había sido fruto de “un coito menguado”. El único que había hecho algo parecido a un buen gobierno era su hermanastro, bastardo del Rey Felipe IV con su amante “la calderona” (Doña María Inés Calderón), y de pomposo nombre: Don Juan José de Austria, personaje ambicioso e intrigante, que incluso había intentado portar él mismo la corona tratando de desposarse con una de sus hermanastras.

D. Juan José de Austria. Fascinante y poco conocido personaje de nuestra historia.

Si ir antes a combatir bajo las banderas del Rey, en la plenitud de los ejércitos de su católica majestad, era un negocio arriesgado, y de resultados muy inciertos, pues la muerte o la deformidad, ya fuese por la guerra o la enfermedad, siempre estaban presentes; cuando los bastos era el palo que pintaban y las derrotas eran numerosas y bien gravosas, el negocio se trocaba en pena de casi galeote, cuando no de muerte prácticamente cierta. De forma casi inmediata, a los soldados que partían en expedición, y abandonaban su hogar, la familia les comenzó o bien a entregar una pequeña chapita metálica con el Corazón de Jesús, o a coser con sus propias manos, unas pequeñas almohadillas de tela, con la imagen, y con leyendas bordadas relativas al culto, del estilo de “el Sagrado Corazón de Jesús está conmigo” o “yo reinaré sobre tus enemigos”. Mediante dos finas láminas de tela, se llevaba anudado al cuello, y por dentro del uniforme.
El último Tercio. cuadro de Ferrer-Dalmau.

La simbología del Sagrado Corazón de Jesús en el catolicismo es bien importante. Representa una parte humana de Jesús, que sufre, siente dolor, angustia, desesperanza e incomodidad con el fin de lograr la redención. Muestra las vivencias del hijo de Dios desde el huerto de Getsemaní hasta su crucifixión, desde el miedo y el dolor, pasando por la esperanza, la entrega y el valor. Y la seguridad de volver, pasados los padecimientos, y cumplida la misión encomendada, al hogar de donde se partió. Como se puede deducir, para un soldado católico observante de su religión, el símbolo es poderosísimo, a lo que se añade que ha sido confeccionado por aquellos a los que siente proteger, como son su madre, hermanas, novias o mujeres; añadiendo además a lo antes descrito, un pedazo de al añorado hogar; y con la ventaja de que se trata de un objeto cuyo valor material es ínfimo, al contrario que una medalla de oro o plata, y cuya verdadera valía reside en el sentimiento íntimo que causa a su portador.
ejemplo de Sagrado Corazón en tela

El símbolo no es un escapulario, por lo que significa que no precisa ni una bendición especial (lo que no impide que sean frecuentemente bendecidos) ni una ceremonia especial para darles tal carácter. Basta con portarlo con devoción. Además, el papa Pío IX en 1872, concedió una indulgencia plenaria de 100 días, a aquellos que lo usaran, y una vez al día rezaran un padrenuestro, un avemaría y el gloria. La indulgencia es:la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia. La plenaria, además, borra todo rastro de pecado, dejando el alma lista para entrar en el cielo. Como se puede ver, se convierte así el detente, en algo terriblemente atractivo para un soldado, católico practicante, enfrentado a los avatares del conflicto.

otro ejemplo en tela, podían ser tan sencillos como éste.

¿Y cómo surge lo del término Detente – Bala? Pues mucha leyenda, y poca historia concreta. La primera reseña histórica del término Detente, proviene no de una guerra, sino de una enfermedad. En Marsella, en 1720, se declaró una intensa epidemia con una gran mortandad. La venerable Ana Magdalena Rezumat, que en visiones había visto la llegada de la plaga, comenzó a confeccionar unos pedazos de tela blanca, con el corazón de Jesús, y la leyenda “Oh, Corazón de Jesús, abismo de amor y misericordia, en ti confío”. Se hicieron muy populares, y de inmediato se comenzó a fabricar una versión en plaquita metálica de bordes rojos, cambiando, no se sabe bien cuando, la inscripción a “Detente, el Corazón de Jesús está aquí”. Con la gran extensión del culto también en Francia, los soldados franceses comenzaron a llevar, en gran número, a sus conflictos las citadas chapas, ya muchas con la inscripción posterior. Durante la revolución francesa y el imperio napoleónico, se consideraría un signo antirrevolucionario (y peligroso de portar), que volvería a recobrar su uso, con fuerza, tras la restauración borbónica, portándolo los soldados franceses hasta después de la segunda guerra mundial.

En España, se siguió usando mucho la tira de tela antes descrita, ya bien anudada al cuello, o cosida en el interior del uniforme; sin perjuicio del uso de placas interiores de metal, parecidas a las francesas. En cada conflicto en las que nuestras tropas participaron, se portaron los famosos detente-bala del Corazón de Jesús, atribuyéndoles no pocos milagros, y el regreso al hogar de muchos de sus portadores, que los conservaron con gran esmero hasta el final de sus días. 
no todos los detentes eran del Sagrado Corazón. Procedente de la guerra de independencia, muestra a la Virgen del Pilar. Fuente: historiasdebadajoz.blogspot.com

Una de las historias más famosas, la recoge el excelente blog de Jesús Fidelis (Jesusfidelis.blogspot.com.es), dedicado a la historia y a la recreación medieval, en la que narra el fusilamiento de cuatro soldados españoles por los insurrectos (revolucionarios para los cubanos, no os enfadéis conmigo…) cubanos de finales del siglo XIX. Al intentar fusilar al primero, su detente bala de metal desvió el proyectil, dejándolo ileso, y gritando milagro. Los cubanos, tan católicos como los españoles, e impresionados por tal hecho, no los fusilarían, y al término de la guerra los devolverían sanos y salvos a su gente. Reconocedme, que si eres católico y al fusilar a alguien te pasa esto, desde luego que no vuelves a intentarlo, y aunque seas ateo…el mal rollo que te entra si te dicen que tienes que volver a disparar, es de órdago…

Nuestra Guerra Civil de 1936, y su brutal enfrentamiento ideológico a todos los niveles, haría aún más popular el uso del citado símbolo, especialmente entre Requetés y Falangistas. Aparte del ya descrito de tela colgado al cuello, se harían muy comunes las placas metálicas, colocadas en la pechera izquierda de la camisa, con el corazón de Jesús, y la leyenda “Detente El corazón de Jesús está conmigo”. Otra versión, simplemente sería una placa con el corazón, sin portar leyenda alguna. Sería un símbolo que numerosos divisionarios españoles en Rusia portarían, tanto encima como debajo del uniforme.


¿Quiénes han recuperado en la actualidad esta tradición castrense? Después de brujulear mucho en internet, y a falta de otros datos, parece ser que han sido los integrantes de la VIII Bandera “Colón” de la Legión, (Tercio D. Juan de Austria, 3º de la Legión), que en su despliegue en Afganistán a principios de 2012, y de forma voluntaria, portaron los donados por la Hermandad del Cristo del Perdón de Elche y los amigos de las FAS de Jaén, según cuenta el Teniente Coronel D. Carlos Salgado Romero, en la revista Armas y Cuerpos de la Academia General militar (AGM).

  Como cualquier capellán castrense os puede explicar, el detente – bala, no es un amuleto. Y de hecho pese a las historias contadas sobre sus acciones milagrosas no se espera que detenga los proyectiles. Es un símbolo de oración, de fe para el que lo lleva, que representa desde el sufrimiento y las privaciones de su vida como soldado en guerra, pasando por el valor y el sentido del deber que imponen, el deseo de contar con una protección, un consuelo y la esperanza del seguro y pronto retorno a casa. Así que mientras España siga teniendo que enviar tropas a lugares en conflicto, seguirán llevando nuestros soldados un trozo de tela, metal o de cualquier otro material, con la oración, ya famosa de “Detente, el corazón de Jesús está conmigo”.

Una última reflexión personal. Aunque me sienta contento por ver recuperar una tradición más de nuestras fuerzas armadas, no puedo evitar un punto de profunda tristeza. Pese a los avances tecnológicos y sociales, y a la mejora de las condiciones de vida, la guerra nunca cambia, y los que se ven abocados a ella, siempre seguirán sufriendo dolor, incertidumbre, añoranza, angustia, sufrimiento y miedo. Y como sus ancestros, seguirán buscando refugio en los mismos símbolos, que una vez confortaron a sus tatarabuelos. Quizás es que deba ser así, y como decía el General Robert E. Lee: “es una suerte que la guerra sea tan terrible, si no, terminaría por gustarnos demasiado”.



3 comentarios:

  1. Por si alguíen estuviera interesado.
    He hecho algunas copias de un detente bala que le dió a mi suegro una monjita en un hospital requeté cuando lo hirieron en el frente del Ebro.
    Salen a 10 Euros. Son de metal.

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