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viernes, 30 de noviembre de 2012

LAS GUERRAS SIOUX 5: El inicio de la Gran Guerra



Para la década de 1870 estaba claro que los días de la forma de vida tradicional de los Sioux, estaban contados. Una vez terminada la guerra de secesión, y abiertas las principales rutas de inmigración al oeste, el destino más seguro de la nación Sioux y el resto de los indios de las grandes llanuras, era que poco a poco la gran marea de colonos, con su cultura, armas, medios productivos y enfermedades infecciosas; terminarían por reducir su número y absorberlos progresivamente. Pero el futuro reservaba a la nación Lakota una nueva guerra más: la gran guerra Sioux de 1876 a 1878.
Y el inicio de la misma tuvo lugar en campos de batalla bien situados al este…concretamente en Europa. En 1871 la Francia de Napoleón III fue clamorosamente derrotada por la Prusia de Bismarck y el Kaiser Guillermo. Las “reparaciones” de guerra fueron cuantiosas; tanto, que el incipiente estado germano dejó de emitir monedas de plata, y cambió su patrón mixto de plata – oro, por uno basado en el oro, hecho que poco a poco comenzó a ser imitado. Francia, a su vez, se arruinó, y no pudo pagar las numerosas deudas que había contraído en las dos décadas anteriores. Poco a poco, se fue gestando una crisis económica muy intensa…
El final de la Guerra Franco - Prusiana: un derrotado Napoleón III conversa con Otto Von Bismarck.

En los EEUU, la factura de la guerra de Secesión era inmensa. El Norte endeudado hasta las cejas, y el Sur, quebrado y destruido, y con gran necesidad de ser reconstruido. La inflación se disparó, y pudo ser controlada a base de más deuda pública, y de una política monetaria de emisión de dinero muy estricta. Como motor de la economía se impuso la expansión hacia el oeste y la explotación de sus recursos naturales, y sobre todo la construcción de ferrocarriles. Y como pasó en España a finales de la década de 1860, la mayoría presentaban balances muy negativos, y los fondos de inversión que los sostenían eran claramente piramidales. Y como forma de aguantar todo el entramado, estaba la explotación de las minas de plata, que surtían, sobre todo a los países europeos…potencias que estaban adoptando el patrón oro en exclusiva…y en las que se había invertido un cuantioso capital para ponerlas en marcha y hacerlas rentables.

En Septiembre de 1873, en la Unión, todo el sistema se derrumbó, y al igual que ahora, su Lehman Brothers fue la Jay&Cooke Company, que poseía importantes acciones de ferrocarril, sobre todo la fallida Northern Pacific Railway, muy afectada por el tratado de Fort Laramie, y que de la noche a la mañana, no pudo hacer frente a sus vencimientos. Su quiebra comenzó a arrastrar en cadena a numerosos fondos inversores y bancos, y se vio agravado por tres acontecimientos: el “viernes negro” de 1869, causado por dos especuladores (Jay y Gould, ayudados por un cuñado del presidente Ulyses Grant) en una chapucera maniobra para hacerse con el mercado del oro de Nueva York; el gran incendio de Chicago de 1871, y los inmensos daños en la ganadería de la epidemia de gripe equina de 1872. El clavo del ataúd fue la Coinage Act  de 1873, por la que el estado federal dejaba de comprar plata, y pasaba a un patrón oro en la práctica; decisión que devaluó de forma importante los beneficios de la misma, que sustentaban muchas de estas inversiones.
El "viernes Negro". Ilustración de la época.

La crisis fue severa y larga, y sería conocida por varios nombres: desde la “gran depresión” (perdería su nombre a favor de una aún peor de 1929), pasando por el “pánico de 1873”, o la “crisis larga”; pues sus efectos durarían hasta 1879. ¿Y a los Sioux, qué les importaba todo esto? Sencillo, pues desde hacía mucho tiempo se rumoreaba que sus sagradas Black Hills ocultaban importantes depósitos de oro…
Y para desmentirlo, en 1874, se envió una expedición geológica, escoltada por un nutrido destacamento militar, al mando de un joven y bien conocido oficial: George Amstrong Custer. Su finalidad era demostrar que no había oro en tal lugar, pero de entrada se hizo algo mal: se vulneró el tratado de Fort Laramie de 1868, pues no se pidió permiso a los Lakota para atravesar su territorio. Pero lo peor estaba por venir: en las Black Hills SI había oro.
La expedición de las Black Hills de 1874.

Se ha acusado a Custer, durante muchos años, de inflamar la fiebre del oro de 1873 por pura ambición política, diciendo que exageró la presencia del preciado metal, pues si bien lo había, no era en gran cantidad ni sencillo de extraer. Sin embargo, no hay documentos que lo prueben, y su informe sólo menciona aspectos formales de su labor y de su misión. El informe geológico tampoco exageraba, pero el boca a boca, los rumores, y la desesperación de un gran número de almas empobrecidas y arruinadas por la crisis convirtieron el territorio Sioux en una nueva California.
El gobierno federal, en plena situación de recesión económica no veía con malos ojos la explotación del yacimiento, así que informó que impediría el acceso a las Black Hills en cumplimiento del tratado, pero a la vez, insistió en que no podía impedir que sus ciudadanos buscasen la prosperidad donde se hallase. Hablando en plata…perdón, oro…lo que necesitaban era un casus belli para iniciar otra guerra con los Sioux, y echarlos de allí. Y los Lakota, con sus ataques a los buscadores y razzias en territorios cercanos se lo proporcionaron en bandeja. Cierto es que algún jefe que conocía bien el poder industrial y militar del hombre blanco, como por ejemplo el propio Nube Roja, intentó entablar negociaciones. Por ejemplo, el propio Nube Roja, propuso en consejo, vender las Black Hills al estado federal a cambio de 70 millones de dólares y la titularidad de los territorios “cedidos” en 1868; conceptos ajenos a la tradición Sioux, y que casi le cuestan la cabeza. En una negociación posterior, el gobierno les ofrecería 25.000 miserables dólares, y nuevos territorios muy lejos de las grandes llanuras, lo que fue considerado por los indios como una gran afrenta. Es irónico, era la primera vez que se les trataba como iguales, como un blanco avaricioso y poderoso negocia con otro blanco más débil y mucho menos afortunado.

Casus Belli: las Black Hills en una foto moderna.

El ejército americano de la década de los 70 había mejorado muchísimo respecto a años anteriores. Los salarios seguían siendo bajos, pero el material, en especial, las armas, habían mejorado sensiblemente. Ahora ya estaban al completo dotados de armas de cartucho metálico y artillería ligera eficaz. Aparecían ya las primeras e imperfectas ametralladoras Gatling, y lo más importante: habían establecido, desde la guerra del sur de las Grandes Llanuras, a finales de los 60, la estrategia correcta para derrotar a los indios.
Los mandos también eran expertos y eran decididos. De entrada, a la cabeza del ejército estaba William Tecumseh Sherman, general que no precisa presentación para los aficionados a la historia militar: gran estratega, y abogado de la “guerra total”, y de la destrucción implacable del enemigo. Al mando de las operaciones estaba el General Sheridan, uno de los grandes que convirtió a la caballería de la Unión, durante la guerra de Secesión, en un igual de las magníficas unidades a caballo confederadas. Los mandos de los que se rodeó, eran la élite del ejército en su tiempo: Evans del 3º de caballería, Mckenzie del 4º, Carr del 5º, Miles del 5º de infantería…y un tal George Amstrong Custer que mandaba el 7º. Al mando de los departamentos correspondientes puso a  tres generales expertos de las guerras indias, John Gibbon, George Crook y Alfred Terry. 

Había una debilidad crucial: en 1877 había elecciones presidenciales y de gobernadores de estados, y era claro ya que el oeste debía jugar ya un papel importante en el país. Muchos de estos mandos tenían claras ambiciones políticas, y no es de extrañar…eran famosos, no se les rechazaba tanto como a los grandes magnates ganaderos o del ferrocarril, y ya habían soportado muchos años de bajos salarios e incluso de haberse degradado voluntariamente al final de la guerra para poder seguir sirviendo. Era un factor que los envenenaría fatalmente.

Gatling de 1875. Muy imperfecta aún, pero signo de los nuevos tiempos.

Y eso que tenían el manual perfecto de las guerras indias: atacar los campamentos, persecución implacable y sin descanso de los mismos olvidando las partidas de guerreros, disciplina de movimiento y de fuego…y sobre todo, usar varias columnas de forma coordinada y atacar en invierno. Las batallas de Washita, Soldier Springs y Summit Springs contra Kiowas, Comanches y Cheyennes del sur habían demostrado lo válido de la técnica. Pero aprendieron una lección que era peligrosísima contra los mucho más expertos Lakotas: que los indios, ante la sospecha de fuerte oposición huían, y que sólo se defendían con fiereza en acciones de retaguardia para permitir la huida de un campamento cercano.
Aún así parecía que el US Army tenía todos los triunfos, por lo que comenzó a suceder en 1876, simplemente carece de una explicación lógica y certera…y todo empezó con el plan de campaña de Sheridan. El plan era simple, y ya probado: tres columnas, convergentes, barriendo un territorio (que era el doble que el de la campaña del sur de las Grandes Llanuras). La que no era yunque, era martillo, y la sobrante cerraba la tenaza. De haberse realizado de forma correcta, en invierno, ahora los Lakotas, serían otro pequeño capítulo más de las guerras indias. Pero no fue así.

El plan de Sheridan. Fuente Atlas of The sioux Wars.

La columna del General Gibbon partiría del oeste, desde Fort Ellis, que guardaba el paso Bozeman. Crook, desde el sur, desde Fort Fetterman, con poderosas fuerzas subiría desde el sur, por el territorio del río Powder y del Tongue, para girar hacia el oeste, al brazo sur del Rosebud; mientras que Ferry, barrería desde el este, partiendo del Fuerte Abraham Lincoln, en Bismark, el final de la línea del ferrocarril. Y aquí lo increíble: nadie se coordinó con nadie, ni había un mando supremo, pues Sheridan, quedaría en su oficina, como simple observador, y sin preparar ni calendarios, ni puntos de encuentro, no una cadena de mando clara en el terreno. Las semillas de la catástrofe comenzaban a sembrarse…
Crook fue el primero en mover ficha, pues oliéndose la campaña, había preparado ya de forma inicial su movimiento. Partió el 1 de marzo de 1876, en un tiempo despejado pero intensamente frío, con 10 compañías de caballería y dos de infantería, pero sin suficientes exploradores Crow. Inmediatamente, los Lakotas comenzaron a seguir a distancia a la columna, siendo imposible cualquier tipo de sorpresa. El 7 de marzo, y tras un ataque relámpago Sioux el día 5, Crook, con gran habilidad realizó una contramarcha, amagando con la vuelta, pero dejando libre a la caballería y parte de la infantería bajo el mando de Reynolds. Los Sioux se tragaron el anzuelo, pensando que la fuerza había regresado a su base. En la entrega tercera de esta serie, ya se ha hablado de la suerte de esta fuerza incursora, y cómo tras estar a punto de conseguir una gran victoria en un poblado, se retiró de forma desordenada y desastrosa, abandonando botín, muertos y heridos. 26 días después del inicio de la marcha, las fuerzas estaban de vuelta en Fort Fetterman, ateridas de frío, agotadas, y con la moral por los suelos. Y peor aún, dejando a los Sioux la idea bien clara que esta nueva campaña no era una simple incursión de enseñar la bandera, sino una ofensiva seria y total.
Gen. George Crook. Aunque de extraño aspecto fue uno de los mejores mandos de las guerras indias.

Gibbon fue el siguiente en salir, sobre el 1 de abril de 1876, desde Fort Ellis, y con 450 hombres del 2º de caballería y del 7º de infantería. El 20 de abril, en Tullock Creek, recibió un mensaje de Crook, anunciándole que esperase unos días, a que pudiese reunir otra fuerza para asistirle en sus esfuerzos. Así que éste decidió esperar en la zona hasta el 9 de mayo. Si los Sioux hubiesen tenido una sucursal de Doña Manolita o de la bruja de oro, hubiesen pillado lotería sin dudarlo: no se podía tener mejor suerte, una columna móvil detenida y entregada a la molicie y al aburrimiento. Lo único de mención fue el intento de atacar un campamento indio cercano, hallado por su excelente jefe de exploradores, el teniente James H. Bradley (otro personaje que merece su propio post), y terminado de forma abrupta al intentar cruzar un río Yellowstone embravecido.

Gen. John Gibbon.

Terry, por su parte, y tras extensos preparativos, logró partir de Bismarck el 17 de mayo, con tres compañías de infantería, y las 12 de caballería del 7º, al mando de Custer.  El resto de mayo, se caracterizaría por un ridículo intercambio de mensajeros entre las fuerzas de Gibbon y las suyas, intentando coordinar sus esfuerzos y sus operaciones, desinformándose más que otra cosa, y no logrando nada en concreto. Mientras, los Lakota reunían fuerzas, y consolidaban sus alianzas con Cheyennes y otras tribus huidas del sur. El tiempo, comenzaba a mejorar, y las oportunidades por el bando del ejército se iban perdiendo.
Gen. Alfred Terry. Sus decisiones y órdenes a Custer y Reno serán siempre objeto de controversia...

Por fin, el 29 de mayo de 1876, la  nueva fuerza de Crook se puso en marcha. Y a lo largo de junio, los acontecimientos se precipitaron…
No hay mucho que contar de la fuerza de Gibbon. Se pasaría el mes persiguiendo fantasmas, sin lograr fijar bien los campamentos indios en el Rosebud, y sin lograr bloquear adecuadamente el martillo que pretendía Terry en la zona del Yellowstone y sus afluentes. 

Mapa moderno de la región del río Yellowstone, con sus afluentes.

Crook por su parte comenzó a encontrar fuerte resistencia en la región del Rosebud, lo que le convenció que el principal campamento indio estaba en la zona. Estaba siendo engañado, por una acción bien eficaz de “maskirovka” Sioux. El 17 de junio, en el valle del río Rosebud, sus auxiliares Crow y Shoshones se dieron de bruces con una poderosa fuerza Sioux. Y no sólo hicieron eso, sino que su acción de reataguardia y su excelente repliegue, salvaron a la columna, pues de forma increíble no se habían dispuesto ni piquetes de vigilancia adecuada, ni había disposiciones defensivas adecuadas.  
La batalla de Rosebud Creek no es fácil de explicar. Imaginaos un río, con pequeños bosques en sus orillas, y que al NNO tiene una línea de colinas y crestas similares a una mano extendida, con algunos de sus dedos agarrotados. Uno de los grandes fallos de los ejércitos occidentales en estas campañas es la escasez de una las fuerzas más importantes en este tipo de campañas: las tropas de montaña. Es un tipo de guerra tan complicado y demandante como el combate urbano, pero al que se le presta muy poca atención. Por ejemplo, una habilidad importante de estas tropas es saber orientarse en ese terreno, y saber flanquear, asaltar y ocupar la cresta correcta y dominante, sabiendo mantener, a la vez la cohesión con las fuerzas amigas. Y eso fue lo que les ocurrió a las fuerzas de Crook, se extendieron y perdieron cohesión. Se salvaron del desastre, gracias a otro detalle: los Sioux tampoco eran expertos en guerra de montaña, y les pasó lo mismo. Tras un día de intensos combates inconexos, los indios rompieron contacto. 

Caballería de los EEUU, 1876.

Crook clamaría victoria en su mensaje enviado a Sheridan y a Terry el día 19 de junio. Increíblemente, Sheridan, mucho más lejano recibiría el reporte el 23 de junio, mientras que Terry recibiría el suyo el día 30 de junio (lo que ya dice mucho sobre la pésima coordinación y conocimiento de las operaciones de otras columnas). En el mensaje, advertía además, de otras dos importantes e inquietantes noticias. La primera, que precisaba refuerzos y suministros, y que no podría continuar operaciones en un par de semanas (al final seguiría en la zona, sin apenas moverse de su campamento de Goose Creek, siete semanas más). La segunda era peor: las estimaciones de inteligencia eran erróneas, y que las fuerzas Sioux eran bien combativas, expertas, y lo peor de todo, ¡que eran enormes! y que los merodeadores invernales no eran ya los únicos…
Terry centraría sus operaciones en la zona este del Yellowstone, demasiado al norte del Rosebud como para hacer algo, y demasiado al este del Bighorn y sus afluentes como para enlazar con Gibbon. Todos los signos mostraban que sus fuerzas iban a dar con el premio gordo: el gran y principal campamento indio. Desesperado por no hallarlo empezó a tomar decisiones erróneas: la primera, dividir sus fuerzas en tres. Una columna más ligera, al mando del mayor Reno reconocería la boca del río Tongue; mientras que la fuerza más móvil, al mando de Custer, estaría cercana a Reno, moviéndose por la zona más al oeste, entre el Tongue y el Bighorn. Se suponía que ese gancho enviaría a los indios hacia Crook, el cual, como sabemos, estaba mucho más al sur, con sus propios problemas, y sin moverse en el momento crucial.

Los planes del Gen. Terry. Fuente Atlas of the sioux wars.

El segundo error, fue peor, pero por desgracia muy común en la historia militar. Sus órdenes a Reno y a Custer, no fueron claras, y sin darles libertad de acción, tampoco establecía, en el plan, una conducta clara ante el contacto o, posibilidad del mismo, con el enemigo. Algo parecido le pasaría a Nagumo, en 1942 en Midway, cuando pendiente de un segunda ataque a dicha isla, le informaron de la presencia de varios portaaviones americanos.
Las nuevas órdenes, le decían a Custer que siguiese por el Rosebud hacia arriba (alejándose aún más de Crook), en virtud de los escasos resultados de Reno, que a su vez, sólo había reconocido 8 miserables millas de su sector. La idea era que cogiesen en una pinza al gran campamento indio con las fuerzas de Gibbon, en un bloqueo cerca del inicio del Bighorn. Fuerzas que nadie sabía donde estaban y ni siquiera, si estarían en la zona. Pero si encontraba a los indios…no había instrucciones acerca de qué hacer. Ni tampoco había una estimación adecuada de sus fuerzas ni de su calidad. Bueno, eso no es cierto, sí que la había, pero en aquellos momentos, estaban en la silla de uno de los correos de Crook, cabalgando sin resuello hacia el norte, intentando avisarles del avispero que era la región.
Así, del 19 de junio al 24 de junio de 1876, Custer y sus fuerzas giraron hacia el norte, enlazaron con Reno, y se dirigieron hacia un pequeño río, afluente del Bighorn, de nombre pegadizo, y que la historia militar ya no olvidaría jamás: el río Little Big Horn.
Y allí, las semillas de la catástrofe y la imprevisión, florecerían con tragedia, para terminar con los amargos frutos de la derrota y la leyenda…




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