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martes, 21 de agosto de 2012

OTTO EL AFORTUNADO (Parte 3)

A las 14:05 horas, el primer planeador, el de Skorzeny aterriza, cerca de la parte trasera derecha del Hotel Imperatori. Y decir aterrizar es un eufemismo: los americanos decían que un planeador no se aterriza, simplemente se estrella con mayor o menor fortuna y estilo. Dentro es un caos de golpes, equipo, brazos, piernas…el teniente Meyer, intentando mantener la risa, sale de su cabina, y comienza a cumplir su función: el montaje de una ametralladora ligera MG-34 en un soporte posterior a la misma, mientras observa el comportamiento de patos mareados de sus pasajeros, muy alejado de lo que ve en sus colegas paracas.


Salida rápida de un planeador de asalto

Otto, tras casi un minuto dubitativo, se lanza hacia el hotel…él sólo, dejando olvidado en el planeador su MP-28, y con la pistola en su funda. Primer obstáculo, las ventanas de la planta baja, tapiadas. Así que se mete por una puerta donde da un susto de muerte a un italiano, y descubre que no logra acceder más adentro del edificio.  Si se hubiese preocupado de revisar más los planos y fotografías, se hubiese dado cuenta de que está en la parte posterior del hotel, y que no tiene acceso por ahí al interior. Así que sale, deja al italiano con el susto todavía en el cuerpo, y da la vuelta por la parte posterior izquierda. Le dan un susto alguno de los perros, y llega a la parte delantera izquierda, donde…Oh, maldición, hay una terraza de casi un metro cincuenta de altura. Y…¡no logra franquearla!

vista de la estación superior del funicular. A la derecha de la imagen estaría el Hotel. Ésta es la plataforma que Otto no consiguió franquear sin ayuda. Atención al hombre situado a la izquierda...

Seamos serios: tengo más edad que Skorzeny y bastante menos altura, y ayer mismo, en un parque infantil (a una hora en la que no hiciese mucho el ridículo) busqué un obstáculo similar, y me colgué una mochila con varios libros a la espalda. Superé el obstáculo sin problemas…de todos modos, si se hubiese fijado un poco más, hubiese visto unos escalones un poco más a su izquierda.
Tardando un poco, detrás de Skorzeny se han lanzado dos de sus hombres, armados con sus MP-28, junto con el untersturmführer Scwerdt. Llegando a la altura de Skorzeny, hacen de escalones para que pueda subir. Otto encara la puerta principal…llevamos ya casi cinco minutos de operación.
Entre tanto lo de los italianos es más cómico aún. Están cansados y de mal café, pues la noche ha sido toledana. Mussolini, enterado de que iba a ser entregado a los italianos, ha estado dando la lata toda la noche, con grandes gritos, y gestos grandilocuentes de intento de suicidio con una cuchilla de afeitar. Pocos han dormido. Y llegan los pesados de los alemanes y o bien les están jorobando la siesta o les interrumpen la comida. Los mandos están dormidos, Gueli, casi desnudo, sale de su habitación en estado de pánico gritando órdenes contradictorias; Faiola y Antichi tampoco son de mucha ayuda, y acaban corriendo a la habitación de Mussolini, sin saber si le van a pegar un tiro o qué. Un par de carabinieri montan una barricada con muebles en la entrada, sin mucho interés, que se desvanece cuando se dan cuenta que se han dejado las dos Breda en la terraza del exterior…y la mayoría de los hombres optan por quedarse en las habitaciones, y no hacer mucho ruido. Y los de guardia…como si no fuera el tema con ellos. Es decir, que si hubiese sido como la operación Rösselsprung, un año más tarde, en Yugoslavia contra Tito y sus partisanos, Skorzeny ahora sería una mera nota a pie de página.
Entretanto han llegado más planadores, aterrizando la mayoría, en una planicie, a la derecha del hotel, es decir, el lado este del mismo. Los comandos de la SS deambulan sin un plan bien definido (insisto, tenían más entrenamiento de saboteadores que de tropas de asalto). Y se nota cuando llegan los paracaidistas. Los siete que van de pasajeros en el de los periodistas (el nº 7), nada más aterrizar, recogen equipo, y en un visto y no visto toman la estación del funicular, dando un buen susto a los italianos de guardia allí, que comían tranquilamente.

Skorzeny duda si entrar o no…parece que más hombres de su unidad se acercan a la entrada, pero los carabinieri armados de la barricada imponen lo suyo. Y además, no lleva, ni él ni sus hombres ni una triste Stielgranate. En esas llegan dos inesperados refuerzos, el planeador nº 8 de Abel, y el general Soleti, posiblemente traído a punta de pistola a la puerta, donde se pone a gritar que no se dispare. Naturalmente, ninguno de los guardias sabe quien es ese generalote italiano asustado que parece más un prisionero que un negociador.
Dentro de la habitación 201, la del Duce, el vodevil sigue. Faiola, Antichi y Mussolini discuten. Éste último les avisa que si le hacen daño los alemanes les van a hacer picadillo fino para bratwurst, y sale a la ventana a echar un vistazo. Ambos le retiran a la fuerza. Seguramente es en ese momento cuando Skorzeny le ve, y ordena a dos de sus hombres, el unterscarführer Hans Holzer y el rottenführer Albert Benz, que trepen por la fachada y asalten la habitación por la ventana. Suben como gatos, para darse cuenta que si intentan saltar desde ahí a la ventana, la rotura de cuello es segura.
Otto y Schwerdt deciden entrar a las bravas, pasando por encima de la barricada y de los sorprendidos italianos que no hacen ademán alguno de defensa. Suben corriendo a la habitación 201, tiran la puerta abajo, y justo en ese momento, Skorzeny desenfunda su arma, apunta a los dos tenientes de carabinieri, que no responden en absoluto, y llegando hasta Mussolini le espeta: “¡Duce, el Führer me envía a liberarle!
Berlespch está que trina…con humor capaz de comerse un planeador enterito…acaba de aterrizar, con siete minutos de retraso respecto al primer DFS-230, y lo que ve es un desorden inmenso. Guardias italianos deambulando, comandos de la SS desorganizados…y lógicamente teme lo peor. Rápidamente reorganiza a los comandos y a sus paracaidistas, ordena montar una base de fuego de apoyo, que se rodee el hotel, se compruebe si el funicular está en manos alemanas, y monta un grupo de asalto que se dirige raudo a la entrada. Tiempo empleado: menos de veinte segundos.

Llega a la entrada y no da crédito a lo que ve. Guardias italianos con expresión de fastidio, Soleti sin saber donde ponerse, dos comandos de las SS colgados cómicamente de la fachada, que hablan con Skorzeny asomado a una ventana al que acompaña…menos mal, Mussolini. La operación ha sido un éxito.
Decidme si con esto se puede hacer una buena película de acción…y aún hay más.
Queda mucho por hacer. Se informa a Mors, que ya tiene en su poder la estación inferior, del éxito del asalto. Hay que reorganizarlo todo, y lo más urgente, atender a los heridos del planeador nº 8, que ha sufrido un aterrizaje bastante brusco. Disparos realizados en esta fase de la operación: sólo uno, un paracaidista novato, cocinero, incorporación de última hora, en la última oleada (que ya hemos visto que fue la segunda), que con la excitación se le ha escapado un tiro del Kar98.
Mientras los periodistas que ha traído Skorzeny están haciendo un reportaje fotográfico digno de la boda de una infanta. Y éste que no se separa ni con agua hirviendo del Duce, el cual, tras una semana de periplo, está cansado, con ropa sucia, sin afeitar y muy abatido al ver que el comando de asalto es alemán, y no italiano. Mors sube a ver el estado de las operaciones, y a decidir cómo va a ser la extracción de Mussolini. Y se encuentra que Skorzeny ya ha “liberado” unas cuentas botellas de buen vino del hotel y lo celebra hasta con los oficiales italianos. Y ve además que hasta alguno de sus hombres participa y confraterniza con los italianos…que nadie parece haberse preocupado en desarmar, pues la verdad, se están portando como buenos colegas y no están intentando liar ningún marrón. Ver para creer…

La foto del éxito: Skorzeny en el centro como si fuese el mando superior, Mussolini de sombrero y abrigo negros, abatido. Von Berlespch a la derecha de Otto, casi ni se le ve. Y los guardias italianos...armados

Otra foto bien conocida de Skorzeny y el Duce. Los prismáticos fueron un añadido bien molón para las fotos. Si hasta en esos detalles reparaba...

Camino del Fieseler Storch. El general italiano con bigote, a la izquierda de Mussolini es Soleti. No parece ni muy feliz ni estar muy centrado.

Guardias italianos curioseando los DFS-230. Se observa perfectamente que están armados.

Se decide al final evacuarlo por vía aérea, mediante un Fieseler Storch. Y tras un intento fallido con el pilotado por el Oberfeldwebel Hundt, que daña su aparato; el piloto personal de Student, el Hauptmann Heinrich Gerlach hace un aterrizaje, cerca del hotel de medalla de oro, aunque le da un golpe preocupante a una rueda.

El Storch de Gerlach
Lo que viene ahora es motivo de discusión. ¿Cómo lo logró Skorzeny? Gerslach dice que hasta le suplicó de rodillas, pero parece más seguro que le amenazase con su placa de la SD…y a fin de cuentas, seguro que la puerta de la oficina de la GESTAPO estaba cerca de la suya…así que tras meter a Mussolini (que no es precisamente del tamaño del maestro Yoda) en la cabina del Storch…Skorzeny, para gran susto del primero, se mete detrás. Debió pensar que eso de ser entregado a los aliados ya no tenía tan mala pinta.
Los paracaidistas y comandos de las SS, ayudados por voluntariosos guardias italianos, despejan una zona para despegar, y sujetan las alas y la cola del pequeño avión hasta que coge la potencia suficiente, y lo sueltan…llega al precipicio, parece que cae, que no remonta, y tras unos aterradores minutos de vuelo a ras de suelo, remonta y sigue el vuelo.

Poco antes de iniciar el vuelo. Se aprecia la estrechez de la cabina con Mussolini y Skorzeny detrás.
Toca retirada de la cima, acampada nocturna en Assergi, y vuelta a la base, sin novedad al día siguiente. Y como os podéis imaginar y ya muchos sabéis, nuestro buen amigo Otto, en Berlín, contando su versión de los hechos, adjudicándose la operación, convirtiendo el asalto en un tiroteo furioso, y diciendo incluso que la mitad de los Fallschirmjäger se habían matado en la operación. Y sería, por desgracia, esta versión la que durante muchos años seguiría siendo aceptada como válida. Versión que incluso, algunos detalles siguen siendo aceptados en muchos textos.
Al final los paracaidistas de Mors y Berlespch serían condecorados…en un oscuro campo de aviación italiano. Mientras que Otto y sus hombres, el 3 de octubre de 1943, en el Sportpalast, de Berlín, con Hitler y todas las cámaras delante. Los dos oficiales paracaidistas y Student protestarían alto y claro, hasta que al final Göring, le dijo a Student que parasen con las siguientes palabras: “querido amigo, no me busque más líos con Himmler”. Curiosamente éste tampoco quedaría satisfecho, pues a pesar que las SS se habían quedado con todo el mérito, el protagonista indiscutible era Skorzeny y no él mismo. Como premio de consolación, a los Fallschirmjäger les quedaría protagonizar, ellos solos, la reconstrucción hecha para la propaganda que se proyectaría después en los cines alemanes.

Skorzeny en el Sportpalast de Berlín.
El historial de combate de Otto, después del rescate de Mussolini no sería muy exitoso que digamos. Iría al año siguiente a Yugoslavia, dentro de la operación Rösselsprung, el intento de capturar o matar al mariscal Tito. Pero no duraría mucho, pues sus propios colegas de la SS de allí, se lo quitarían de encima al ver el nivel de eficiencia que se gastaba. Eso sí, cuando la operación falló por muy poco, no se cortó a la hora de atribuir el fracaso a que lo habían largado, y no le habían hecho caso. Tendría éxito en la operación Panzerfaust, el 15 de octubre de 1944, en Hungría, pero allí la suerte le sonreiría con gran intensidad, y encubriría su planificación amateur y descuidada.
Su participación con la operación Greif, en la ofensiva de las Ardenas, tendría más éxito en la película de Henry Fonda que en la realidad. Y su intento de dirigir tropas en combate real contra los rusos, en el Oder, muy olvidable. Se quitaría discretamente de la guerra, junto con Radl, tras fracasar su torpe planificación de intentar destruir el puente Luddendorf sobre el Rin, el famoso puente de Remagen.
No voy a negar aquí que no fuese un hombre valeroso. Lo era y mucho, y como ejemplo, poner en los últimos años de su vida cuando tras ser operado en Madrid, en 1971, quedó inmovilizado de cintura para abajo. A pesar de que estaba casi desahuciado, con gran fuerza de voluntad, en unos meses volvería a caminar. Pero en su puesto, el valor, por sí solo no es suficiente. Hace falta más templanza, capacidad de planificación y una importante experiencia previa. Carecía de todas ellas, y a los comandos de las SS les hubiera ido, sin duda mejor, dirigidos por algún antiguo mando del regimiento de fuerzas especiales del ejército, es decir, alguno de Brandemburgo, con gran experiencia de combate, y que habían protagonizado ya algunos de los más increíbles asaltos y operaciones de la guerra.
Skorzeny sobresalió en la creación de una magnífica marca, él mismo, mostrando el gran poder del branding personal. Y fue un grandísimo experto en marketing y comunicación institucional, apropiándose sin reparos del éxito de otros mediante el simple procedimiento de estar allí, volver rápido y contarlo el primero. Siempre he pensado, que de haber nacido ahora, en este país, su carrera política hubiese sido meteórica, y sin duda alguna, hubiese llegado hasta presidente de la Comisión Europea o más.
No es que fuese, como decían los americanos, “el hombre más peligroso de Europa”, era, sin duda alguna, el más afortunado.



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