Buscar este blog

lunes, 13 de agosto de 2012

LETAL HASTA PARA UN KAMIKAZE


Si eres un gran aficionado a la historia militar, hay un tema que antes o después termina por ser irresistible: las tortuosas relaciones, diseños y proyectos encontrados que mantuvieron el ejército imperial japonés con la marina imperial japonesa, desde el principio del siglo XX hasta 1945.

Es increíble como en un país con unos recursos naturales e industriales tan limitados se permitiese una pugna tan intensa entre los dos estamentos que definían sus fuerzas armadas. Cada uno tenía sus diseñadores, suministros, fábricas y logística propia, intentando compartir lo menos posible con el rival. Y cómo en la definición de sus tácticas y estrategia se adivinaban dos formas de pensar diametralmente opuestas. La de la marina, hecha a fiel espejo de la poderosa Royal Navy, muy occidentalizada, buscando siempre resolver el problema mediante la tecnología más avanzada posible. La del ejército, con una mirada netamente oriental, buscando la solución, como  buen ejército asiático, en la tecnología que sea barata, abundante, sencilla pero sin dejar de ser bien eficaz.

Su rivalidad fue mucho más allá que la clásica de las Waffen SS con la Werhmacht germana; o en época actual, la competición por los recursos presupuestarios que mantienen en los EEUU, el US Army, la USAF y la US Navy. Era una situación exclusivamente japonesa, dos castas perfectamente establecidas y separadas, con su propia ala política, y con un poder social, económico, industrial y político que van mucho más allá de los modernos lobbys de presión.  Un libro donde se puede leer la génesis y desarrollo de este fenómeno, contado además por un escritor japonés, es el excelente Breve historia de Japón, escrito por Mikiso Hane, y publicado por Alianza Editorial, excelente ensayo histórico que vivamente recomiendo.



Cierto que la creación de las primeras unidades de Kamikazes, denominadas por los japoneses como Tokko (Tokubetsu Kogeki “ataque especial”) fue obra, principalmente, de un oficial naval, el vicealmirante Takijiro Onishi. Pero el ejército japonés no tardó en aceptar este tipo de operaciones en su brazo aéreo. A fin de cuentas, tampoco les era muy extraño el concepto. En aquel momento de la guerra, una buena parte de las tácticas antitanque del ejército consistía en el asalto de los Sherman del USMC y del US Army por pelotones enteros de infantería con cargas de mano, más o menos improvisadas, de una forma que si en principio no era un suicidio, quedaba bien cerca. Y ya no decimos si para volar un carro de combate, lo que se hacía era enterrarse en el suelo un soldado y detonar un potente explosivo cuando le pasara el blindado por encima…

Takijiro Onishi


Estaba claro que para una mayor eficacia, se debía contar con armas especializadas en ataques suicidas contra el otro gran objetivo japonés, aparte de los vehículos blindados, los navíos de la marina norteamericana. La marina, fiel a su tradición, eligió tecnologías más punteras: programas de aviones cohetes como el Yokosuka MXY-7 Ohka, o el programa del torpedo tripulado suicida Kaiten. El ejército eligió una aproximación más barata, intentado reducir la carga tecnológica en aras de un mayor número y una mayor facilidad de fabricación.




Y aquí nació el protagonista del post: el Nakajima T-115 Tsurugi.



La concepción, emitida por orden del ejército a Nakajima el 20 de enero de 1945, era brillante. Un avión exclusivamente dedicado a misiones suicidas, simple a más no poder, fabricado con materiales no estratégicos – leáse madera – (inciso: es increíble la cantidad de cosas que pretendían fabricar en 1945 con madera. Estoy seguro que de haber durado la Segunda Guerra Mundial hasta 1947, Japón habría terminado con menos árboles que la isla de Pascua…), y de fácil y sencilla manufactura en pequeños talleres locales (el acero sólo se usaría para recubrir las alas y el fuselaje, la cola sería de madera y tela). Además, el compartimiento del motor debía aceptar prácticamente cualquiera de los que produjese la industria japonesa, y muy en especial los sobrantes en almacenes de viejos aviones de los años 20 y 30, y mejor aún, los que funcionasen con combustible barato de bajo octanaje. Se planeaba construir hasta 8.000 unidades al mes (sólo se llegarían a fabricar 104 unidades en total), y usarlos en masa contra la invasión aliada de las islas japonesas.

El avión, diseñado por Mitaka Kenkyujo y Ota Seisakusho, no podía ser más sencillo y espartano. Los mandos e indicadores, los mínimos imprescindibles. Sólo llevaría como armamento un soporte ventral para bombas, con una carga máxima cercana a los 800 kg, sin armamento defensivo alguno. El piloto se sentaba en cabina abierta. El tren de aterrizaje, unos simples tubos con ruedas sería eyectado al despegar, pues dada su misión no se esperaba que fuese necesario, y la estructura y fuselaje eran lo más fácil de construir posible. Como motor inicial, recibió el Nakajima Ha-35 (se ha usado la designación común, en la marina era conocido también como el NK1 y en el ejército como Ha-25 o ha-35 también. Otros textos hablan que se usó ya el evolucionado Ha115), un motor radial de 1.150 CV, del que había abundancia al ser muy habitual en ciertos modelos del A6M Zero y del Ki-43 Hayabusa. El compartimiento del motor se diseñó, sin embargo, con un ingenioso sistema de cuatro pernos, que admitía un buen número de motores ya existentes.  El proyecto parecía sobre el papel tan bueno, que incluso la orgullosa marina imperial se avino a participar en el mismo.



El prototipo se completó el 5 de marzo de 1945, y los vuelos comenzaron casi de inmediato. Los primeros pilotos de prueba que lo probaron informaron que el avión era letal…y me temo que no les entendieron bien…su visibilidad en tierra era horrible; el tren de aterrizaje, a pesar de recibir unos amortiguadores espartanos como mejora, era una auténtica tortura. El comportamiento en vuelo del avión era muy insatisfactorio, las alas no proporcionaban suficiente sustentación, pues se habían hecho al mínimo tamaño imprescindible, era difícil de pilotar y a carga completa la potencia se quedaba escasa, con lo que la velocidad establecida de 550 km/h no se lograba ni por asomo. Además, la experiencia operativa demostraba que en muchas ocasiones, por diversos factores que iban del mal tiempo hasta no hallar blancos que atacar, la unidad Tokko debía volver a la base…algo bien complicado para un avión que ya no tenía tren ni dispositivo de aterrizaje alguno, y cuya bomba no podía soltarse de ninguna manera.



Inmediatamente se comenzó a construir y a entrenar, en Junio de 1945, a jóvenes pilotos en su manejo. La idea era incluso que lo manejasen ancianos, amas de casa, niños…cualquiera que tuviese una mínima aptitud para volar. Y si los expertos pilotos de prueba lo habían pasado bien mal volándolo; los bisoños, simplemente, se mataban. De uno en uno, de dos en dos, o varios a la vez, se estrellaban con un aparato muy inseguro y complicado de manejar. Tanto, que se decidió suspender los entrenamientos.



Las mejoras que dio tiempo a realizar eran escasas: la comentada de los amortiguadores, provisión para un par de cohetes de combustible sólido en el fuselaje que aumentasen la velocidad de picado al atacar; y en los destinados a la marina, un sistema para soltar la bomba si había que regresar…y para de contar. No dio tiempo a más, pues tras la rendición japonesa el programa finalizó, y con él también el mejorado T-115b con alas de madera  de mayor superficie y reposicionamiento del cockpit; o del mejorado T-230, que no pasó del tablero de diseño. Y aún sin haber resuelto el desastre del T-115 había planes para construir uno aún más sencillo: el Kokusai Ta-Go, con motor de 100 CV, entero de madera y tela y capacidad para una bomba de 100 kg…

Kokusai Ta Go

Se especula mucho si en gran número, hubiera sido posible que diese resultado el concepto. Personalmente lo dudo mucho. Las deficiencias de diseño del avión eran excesivas como para ser de utilidad a los japoneses. Es más…seguro que hubiera sido una bendición para los americanos, al matar un número tan alto de posibles candidatos a kamikazes. Al ser demasiado letal, incluso para ellos.

Una curiosidad final: este tipo de fotos de aviones japoneses, sin hélice, están tomadas después de la guerra. Se retiraban las mismas, después de la rendición del Japón, para evitar vuelos, sobre todo Kamikazes, no autorizados.


2 comentarios:

  1. Hola Meath. Me acabo de apuntar al blog, me he lanzado como loco al tema kamikace que me fascina. Un 10 por el articulo, los americanos las hubieran pasado canutas si se hubieran visto obligados a iniciar la operación "olimpic".

    ResponderEliminar
  2. pues te va a encantar saber que tengo en preparación un tema sobre los barcos Shinyo...

    ResponderEliminar